Imagen del póster en IMDb.
La vacuidad de la existencia
Conociendo la obra global de un
realizador no es lo mismo que conocer una sola obra individual. Es el caso que
nos ocupa. 8-1/2
fue una película posterior a La Dolce Vita. Sabiendo esto,
nos damos cuenta de que una es consecuencia de la otra. Si en 8-1/2 Fellini nos relata la
falta de inspiración de un director de cine (y ese estado resultó ser algo
autobiográfico), en La Dolce Vita
nos muestra a un periodista, de nombre Marcello (interpretado por el gran actor
italiano Marcello
Mastroianni), que ve pasar su vida vacía sin poder llenarla con algo
sustancial. Tan vacía y superficial es su vida como lo son las banales actividades
periodísticas: frívolos sucesos que tiene que cubrir para el diario, o las
tertulias y fiestas con la aburrida burguesía. Desde afuera se ven como
actividades propias de la “dulce vida” alrededor de –a la postre- famosa Via Veneto, pero el
personaje que las vive está derrumbándose por dentro. Incluso sus intentos como
escritor son fatuos y estériles, pues no consigue escribir, pese a que ello podría
significar el salir del vacío existencial. Ve en su amigo Steiner (Alain Cuny), un sosegado
intelectual que está satisfecho con la vida, con los pies en la tierra, que
sabe cómo alternar su rol de amoroso padre de familia con su vida intelectual,
un ejemplo a seguir o, por lo menos, un amigo al que pedirle guía y consejo.
Pero un día Steiner asesina a sus dos hijos y se suicida. Se ha caído el
referente, ahora todo tiene menos sentido que antes. También, según algunos
comentaristas, se hace alusión al tema de la incomunicación. La incomunicación
es consecuencia del vacío que rodea al Ser, de la nada que lo envuelve y lo
aísla. Ésta es una posible exégesis.
Imágenes tomadas de IMDb.
La historia de un pedazo de la
vida de Marcello consiste en diversos eventos. El primero es la visita de una
actriz extranjera muy hermosa, de nombre Silvia (interpretada por Anita Ekberg), y que da
ocasión de una de las más célebres escenas del mundo felliniano: Silvia
bañándose en la Fontana
de Trevi a medianoche, clamando por Marcello, quien no logra siquiera
tocarla a pesar de su sensualidad. Eso no le exime de una golpiza que le da la
pareja de Silvia. El siguiente es la cobertura de la aparición de la Virgen a
dos niños en las afueras de Roma. Resultó ser un fiasco, y solo se trataba de
una treta para obtener dinero con los visitantes al supuesto sitio sagrado. Otro
evento es la visita de su padre, quien quiere salir con una mujer, pero su
salud le impide llegar muy lejos con ella. También hay fiestas de la burguesía
en las que el aburrimiento es el gran convidado. En la última de ellas
Marcello, pasado de tragos, hace estragos e inventa juegos libidinosos. Los
personajes, al salir de esta fiesta, se dirigen a una playa en donde unos
pescadores recogen una raya que tiene días muerta. Son unas excelentes escenas
finales. Una joven mesonera le pregunta, desde lejos y con señales, como va el libro (antes lo había visto escribiendo), pero Marcello no logra comprender y le indica que
no le oye (la incomunicación). Él se retira, luego de mostrar, con un ademán, su desinterés e incapacidad para "dialogar", y el film termina.
En la escena final. Imagen tomada de IMDb.
Esta extraordinaria película de Federico Fellini
(Fefe), es más universal que 8-1/2. Quizás sea la más universal de sus
películas y, de seguro, la más existencialista. Uno puede visualizar el Dasein de Heidegger: el
individuo arrojado en el mundo, a su suerte, solo siendo, rodeado de una nada nada regocijante, de un vacío que le vela al resto de los seres. Es el
aislamiento del hombre postmoderno. Solo somos o estamos siendo, pero no
estamos con el otro, y menos somos con el otro. Con la globalización, ese
aislamiento se ha acentuado. Las personas ahora estamos más comunicadas, pero
también más aisladas. Estamos más
comunicadas, pero no somos más
comunicadas. Como ejemplo, uno puede observar grupos de personas o parejas que
están en la calle, o en un restaurante, obedeciendo a un artefacto minúsculo en
el que teclean mensajes, la mayoría de ellos insustanciales y escritos en
lenguaje icónico, a veces ininteligible. Cada quien con su artefacto, pero no
hay interacción entre los portadores de artefactos. Es la soledad globalizada,
el aislamiento globalizado. Todavía es muy temprano para sentenciar que es malo
o bueno, pero no parece que enriqueciera la verdadera comunicación de persona a
persona en estado presente.
El padre de Guido. Imagen tomada de IMDb.
Ahora es más fácil de entender el
origen de 8-1/2. Puede ser que La Dolce Vita también tenga algo de
autobiográfico. El maestro de Rímini sentía un vacío que, ineludiblemente, lo
llevó a la falta de inspiración. Es la secuencia lógica entre estos dos filmes,
entre los más significativos y relevantes de su prolífica filmografía. Estamos
ante una obra maestra de Federico Fellini. No deja de ser actual, profunda y
universal. Es, de entre todas sus películas, la que mejor refleja el concepto
que de él mismo tenía: “soy un artesano
que no tiene nada que decir, pero sabe cómo decirlo”. La Dolce Vita parece no
decir nada, ¡pero cómo lo dice!
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