Cuando el arte trasciende las ideologías
El polémico Román Polanski es,
junto a Andrzej Wajda,
el director de origen polaco más conocido por nosotros. El viudo de la
legendaria y hermosa Sharon
Tate, tiene la costumbre de hacer buenas películas. Ambos directores tienen esa costumbre. El pianista, muy
galardonada película, nos cuenta las desventuras de un pianista polaco durante la
ocupación nazi de Polonia, específicamente de Varsovia. Esas “desventuras”
incluyen riesgo de muerte por diversos motivos y una vida precaria, en
condiciones infrahumanas, que sortea en una Varsovia destruida por la insensata
guerra. Gracias a la ayuda de diversos amigos pertenecientes a la resistencia,
logra sobrevivir. Al final, cuando ya la ayuda ha desaparecido, un oficial
alemán lo descubre, pero, a diferencia de la bestia que asesinó a Guido en La
vida es bella, este oficial le pide, luego de saber que es pianista, que toque una pieza en un viejo piano
que, por suerte, se hallaba en el lugar. El capitán, de nombre Wilm Hosenfeld, quien aprecia
la música a tal grado que acepta la de Chopin –que estaba prohibida por el régimen al que él pertenecía-, lejos de asesinar a nuestro
pianista, lo ayuda (¿buscando redención?). Finalmente los papeles se revierten y es el capitán nazi
quien termina en un campo de concentración y Władysław Szpilman,
el pianista y compositor en el que se basó esta historia, vuelve a la vida que
tenía antes de la guerra: desempeñándose en la radio. Polanski y su familia sufrieron en carne propia las desgracias de la II Guerra Mundial; de manera que fue "fácil" para él añadirle el dramático realismo a esta producción.
Estos trabajadores, esclavos rusos, polacos y holandeses, internados en el campo de concentración de Buchenwald, ingresaron en el campamento con un promedio de 73 kg cada uno. Después de 11 meses, su peso promedio era de 31 kg (16 de marzo de 1945).
Tomado de Wikipedia.org
Estos trabajadores, esclavos rusos, polacos y holandeses, internados en el campo de concentración de Buchenwald, ingresaron en el campamento con un promedio de 73 kg cada uno. Después de 11 meses, su peso promedio era de 31 kg (16 de marzo de 1945).
Tomado de Wikipedia.org
Sobre los horrores de la guerra harto se ha hablado, incluso en este blog. De manera que sería interesante comentar otro aspecto que plantea este filme, y que fue un hecho en la vida de Szpilman: el arte le salvó la vida. Claro, por la ventura de que quien lo pudo asesinar, y no lo hizo, apreciaba el arte. El arte como hecho cultural, descontextualizado de las ideologías políticas. Quizás dijese Schopenhauer que el arte constituía un reducto del capitán para deshacerse; no del tedio existencial schopenhaueriano, pero sí de la realidad circundante, con la que seguramente no estaba de acuerdo, tal como no lo estarían muchos oficiales alemanes (no todos eran asesinos; no todos podrían ser, desde una perspectiva estadística o probabilística, asesinos). La contemplación y el disfrute del arte, por sí mismo, es algo que eleva el espíritu a niveles que superan, en mucho, las ideologías políticas, las horrorosas discriminaciones y los abominables hechos de una guerra.
La maja desnuda, de Goya
El 3 de mayo de 1808, de Goya
No todo queda ahí con el arte y
la guerra (contextualizándolo ahora en la política). El arte, en buena medida, revela el mundo que rodea al artista, quien
lo interpreta y deja plasmada esa interpretación en su obra. De esta manera, podemos
constatar que hay obras de arte cuya estética es particular de la ideología
dominante. Ejemplo de ello son las estatuas construidas durante los
regímenes dictatoriales, que reflejan la dureza e inclemencia que dichos regímenes
ejercen mientras detentan el poder, que "imponen carácter". Son de una estética muy singular, diríase que dudosa. El arte, siendo
interpretación del mundo que el artista percibe, ineludiblemente se asocia a
hechos históricos, agradables o desagradables. El arte también es víctima de los
procesos históricos violentos. Como ejemplo de ello, tenemos que muchos
italianos sienten cierto recelo, e incluso desprecio, por la Piazza Venezia (que es
una obra de arte, como innumerables sitios de Roma), porque Il Duce Benito Mussolini se
asomaba en uno de sus balcones para proferir su repulsiva verborrea fascista. Recordemos
que, durante la caída del imperio soviético, las estatuas de los líderes
bolcheviques fueron destruidas, o al menos dañadas, por la muchedumbre rebelde.
Hay arte para recordar los sinsentidos de la irracionalidad, como Los
fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío de Goya,
o el célebre Guernica
de Picasso; o la
dolorosa existencia de algunas personas (las pinturas de Frida Kahlo). También,
felizmente, hay obras que recuerdan los momentos sublimes de la Historia o
simples momentos agradables, como La creación
de Adán de Michelangelo,
La maja desnuda (también
la vestida, aunque ésta llame menos la atención) de Goya, la mayoría
de los cuadros de la serie Cartones, también
de Goya, o la música de Mozart, Chopin
o Vivaldi, que invitan a
la solaz tranquilidad del espíritu, a la simple contemplación y disfrute de la belleza.
El pianista es una gran realización de Román Polanski. Una de sus mejores películas; que nos recuerda los horrores de la guerra, pero también que, a pesar de esa caótica circunstancia, hay esperanza de sobrevivencia y deseos de redención.
1 comentario:
Quiero verla, hasta ahora no he tenido la oportunidad de verla. Saludos.
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