Siempre tendremos a Nueva York
El sarcástico Woody Allen es un
realizador que es amado o es odiado por el público. El ácido humor de sus producciones
o no es entendido, o no es compartido por muchos. Sus películas intimistas,
como Manhattan,
dan cuenta de una prejuiciosa infancia semita en Nueva York, de la búsqueda del
amor, de los complejos problemas existenciales del personaje central (usualmente
protagonizado por el propio Allen),
de la preocupación enfermiza por el desconocimiento de su incierto futuro, de
la tensión entre la razón y la fe, o la
razón y las emociones o los sentimientos, de su complejo de inferioridad y de
su carácter dubitativo e indeciso. Estos personajes suelen estar asociados a la
élite intelectual: son escritores, artistas, gente del ámbito de la cultura
académica. Mucho de autobiográfico puede haber en ellos, pues el propio
director lo ha asomado abiertamente en sus entrevistas. Allen es, sin duda, uno
de los directores más talentosos y prolíficos de la historia del cine, digno merecedor de todos los premios y reconocimientos que se le han otorgado. Un ejemplo de que la vida privada (disipada para muchos, en el caso de Allen) a veces no tiene un reflejo exacto en la obra de un artista. Muchos genios han tenido una vida privada muy diferente a lo que su obra supone; lo cual da que pensar sobre la influencia del racionalismo en el arte: todo parece indicar que un toque de irracionalidad convierte -en muchos casos- una obra artística ordinaria en una obra maestra.
Manhattan nos cuenta la historia
de encuentros y desencuentros amorosos del personaje central, protagonizado por
Woody Allen, y de los amigos de su entorno inmediato[1]. Es una historia de amor, o de amores, pero contada con la genialidad de Woody
Allen. La película hay que verla sin racionalizarla demasiado, pues se
perdería su sentido emocional (si se desea, sentimental), el cual es clave para
disfrutarla.
El cine de Woody Allen de esa
época, y de épocas anteriores, tiene como elemento inmanente un humor
sarcástico, crudo, muy inteligente, que irónicamente dramatiza la historia. Si
bien ha realizado películas serias (por ejemplo: Interiores (1978) –de esa
época- o las más recientes), son las satíricas las que me parecen sus mejores
filmes y las que mejor representan su existencialista temática. Es el Ingmar Bergman
norteamericano, pero con humor en lugar de nórdica circunspección. Un humor que
sitúa al personaje que representa Woody Allen como la estoica víctima de las Leyes de Murphy. Cosa
muy graciosa, por supuesto.
Su amada Manhattan, fotografiada
en esta película con un espectacular blanco y negro, se yergue como la
cosmopolita y bella ciudad, en donde el individuo no es nadie, ni nada,
mientras las miserias humanas vagan por sus calles, tanto las de los ciudadanos
de a pié como las de los delicados intelectuales, quienes también son
satirizados por Allen, quien a su vez es un intelectual de la Gran Manzana. No por ser
intelectuales son eximidos de los problemas sentimentales inherentes a la
existencia humana.
Una excelente música de Gershwin y buenas
actuaciones completan los ingredientes de este muy alleniano film, considerado
por muchos como un clásico. Extraordinaria película.
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[1] La historia es esta: Isaac (Allen) es un escritor de 42 años de edad y tiene por pareja a una chica de 17 años, de nombre Tracy (interpretada por la hermosa Mariel Hemingway), muy madura para su edad (¿presagio de su futura relación con su seudo hijastra, a la que le supera la edad en 35 años?). Su amigo Yale (Michael Murphy), a pesar de estar establemente casado, tiene un amorío con la intelectual Mary (la bella Diane Keaton). Paralelamente a la progresiva y justificada separación de Mary y Yale, Isaac y ella comienzan a sentir atracción entre ellos y a relacionarse. Mientras tanto, la segunda esposa de Isaac, Jill (papel que recae en la excelente actriz Meryl Streep), quien lo abandonó para vivir con otra mujer, escribe y luego publica un libro con las intimidades de su matrimonio con Isaac. Esto supone una puñalada para Isaac. Nuestro intelectual neoyorquino se separa de la precoz Tracy, para darle la libertad necesaria para que se desarrolle profesional y personalmente, pero también para consolidar su amorío con la inestable Mary, más contemporánea a él. Esto hiere a Tracy, que estaba enamorada de Isaac. Mary decide regresar con Yale, e Isaac decide regresar con la joven, pero ella justamente en ese momento está saliendo a Inglaterra, y estará ausente seis meses. Él la había alentado, reiteradamente, debido a la diferencia de edad, a que no se enamorase de él, que tomara la relación como algo sin importancia, que se desarrollara profesionalmente, pero su viaje a Europa lo deja con un vacío e incluso le pide a ella que no viaje, contradiciéndose a sí mismo respecto a lo que él quería para ella. Conviene resaltar que la madura Mary es una persona mucho más turbulenta, insegura, sin brújula, que la joven Tracy, quien persiste, con holgada seguridad en sí misma, en la relación con alguien que podría ser su padre.
1 comentario:
Hubo un tiempo en los 90s que vi mucho cine de Woody Allen, yo era un adolescente maravillado por ese tipo de humor. Manhattan fue uno de aquellos títulos.
Saludos
David
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