Implacablemente real
Uxbal, magistralmente interpretado por Javier Bardem, es un padre de familia que trata de sobrevivir en un ambiente desalentador en extremo, incluso violento. Separado de su mujer Marambra (Maricel Álvarez), quien ha abandonado el hogar por problemas de alcoholismo y de rollos existenciales, Uxbal trata de llevar adelante a sus hijos contra viento y marea. El entorno laboral no es menos agreste: trabaja en trata de inmigrantes ilegales chinos y africanos, lidiando también con la policía, a la que extorsiona para que se hagan la vista gorda con los vendedores ambulantes africanos. Constantes enfrentamientos con su mujer, con los patronos de los inmigrantes chinos (que hacen las carteras que los africanos venden), con los africanos, con la policía y con otros personajes, aunados al cáncer que padece y que le acota la vida a unos pocos meses, Uxbal recorre un camino adyacente al precipicio en todo su trayecto. Siempre al filo de la caída libre, en un entorno inviable. Al conocer su corto horizonte temporal, emerge en su interior el deseo de la redención; quizás se podría decir que de corregir lo que considera que debe corregir, pero sería más exacto decir que se da cuenta de que debe proceder de manera distinta a como ha procedido con los otros. Es la cercanía de la muerte la que lo fuerza a reflexionar sobre su conducta social[1]. La muerte masiva de inmigrantes chinos pone la guinda de este cóctel de Murphy. Finalmente sobreviene lo que se esperaba que sobreviniese. Antes de eso, Uxbal se ocupa de dejar algún dinero para sus hijos, que quedan al cuidado de una de las esposas de los senegaleses. El desarrollo de la historia es lineal, a diferencia de otras producciones de este director.
A lo largo del film, la cara de Bardem lo dice todo.
La sociedad no es una enfermedad, sino un desastre.
Es un milagro estúpido que consigamos vivir en ella.
Emil CioranEs un milagro estúpido que consigamos vivir en ella.
La desesperanza, el pesimismo, la angustia, brotan en cada escena, abofeteando al impotente Uxbal, hundiéndolo cada vez más en las tinieblas de una existencia miserable[2]. En Biutiful somos testigos de una vida cuyo protagonista no ha podido asirla por ninguna de sus caras y es un simple barco a la deriva de las circunstancias que otros, y la vida misma, se encargan de enunciar. Atrás quedó aquello de «yo soy dueño de mi destino» o de que «yo dispongo de mi vida como me venga en gana». Uxbal no es capaz más que de soportar estoicamente todos los embates de los que es objeto. Vive, en contraposición con el título del film, una vida fea, muy fea. El filme no nos da claves para conocer si su situación actual es producto exclusivo de sus acciones previas o fue una combinación de desacertadas decisiones por su parte y de infortunio proporcionado por la vida; pero la fracción de esta a la que asistimos, como convidados de piedra, no le ofrece ningún resquicio por donde huir. Es una exasperante situación de miseria que se alimenta de sí misma.
Hay muchas películas donde la trama básica es similar: nos muestran las oscuras vicisitudes de los desposeídos o de los desafortunados; pero la intensidad dramática con que lo hace esta película es algo difícil de ver en el cine. Es un bizarro «hiperrealismo» perfectamente dramatizado. A tal punto que, en ocasiones, hay que concienciarse de que estamos viendo una película, que no estamos viendo un documental en vivo y directo sobre la desgraciada vida real de un infeliz hombre de la gran metrópolis. Esa atmósfera de realidad que penetra hasta los tuétanos es producto de la maestría cinematográfica del director Alejandro González Iñárritu, pero también de la extraordinaria interpretación del personaje por parte de Javier Bardem. Es uno de sus mejores trabajos actorales, si no el mejor. Y he aquí uno de los distintivos de esta película: no tiene fisuras por donde percola la artificialidad, el fingimiento que evidenciaría que se trata de una película de ficción. No hay grieta alguna por la que alguien salga diciendo: «¡Eh, soy yo, el histrión!». El producto es hermético a migraciones que hagan recordar que solo se trata de una película. Esta característica la tienen las anteriores películas de Iñárritu, pero se acentúa en este film.
Corre paralelamente a la desdichada historia de Uxbal, toda una serie de críticas a un sinnúmero de circunstancias que cohabitan con nosotros en la sociedad moderna, y que han sido factor común en los filmes de González Iñárritu. El ajetreo del día a día para lograr el ingreso de dinero necesario para pagar por los bienes y servicios, la trata y esclavización de inmigrantes ilegales, el estilo de vida de dichos inmigrantes, el contubernio de la policía, las difíciles relaciones de pareja, la disfuncionalidad de la familia fracturada, los sueños abortados, la indolente sociedad de consumo, el padecimiento de una enfermedad terminal, son algunos de los que toca Biutiful. Todos ellos afectan a Uxbal y hacen reflexionar al espectador, invitándole a comparar la desdicha propia con la del personaje cinematográfico, y a recordar que hay que ir en pos de la felicidad en este valle de lágrimas, o al menos hacerse digno de ella, a pesar de que no saldremos vivos del intento.
Dedicado al padre del director, este filme es una excelente producción de la nueva estirpe de destacados cineastas aztecas a la que pertenece Alejandro González Iñárritu. Un detalle que podría considerarse como una advertencia para algunos espectadores: es de larga duración (2 horas y media) y de lento desarrollo.
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[1] Exactamente tal como ocurre con los enfermos terminales reales, según lo que nos ha relatado Bronnie Ware al respecto. Véase el comentario de Antes de partir, en este mismo blog.
[2] Su mala suerte hace palidecer los inconvenientes del Antonio de Ladrón de bicicletas, los cuales son nimiedades comparados con los de Uxbal.
http://cultura.elpais.com/cultura/2010/05/17/actualidad/1274047203_850215.html
http://www.filmaffinity.com/es/film336820.html
http://www.elmulticine.com/peliculas_listado2.php?orden=29391
http://www.labutaca.net/peliculas/biutiful/
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