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Advertencia: destripe.

Algunos comentarios hacen referencia a momentos claves del argumento o al desenlace de este (destripe, spoilers).

04 octubre 2019

Koyaanisqatsi - Godfrey Reggio (1982)


Imagen tomada de IMDb

Ex nihilo nihil fit. (1)
Nada surge de la nada.
En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos. (2)
Heráclito.


Koyaanisqatsi es un gran documental de Godfrey Reggio. El título significa, en lengua hopi, vida en desequilibrio. Se le trata como una película experimental, y lo es; al menos no es estándar. No tiene diálogos, no se cuenta una historia, no tiene narración. Las cuidadas imágenes, en cámara lenta, normal o rápida, se suceden acompañadas de la soberbia, inquietante e hipnótica música de Philip Glass; música que, por cierto, está sincronizada con lo visual. Las imágenes son de nuestro mundo. Sin humanos y con humanos, en entornos naturales y artificiales, es decir, entornos de materia transformada por los humanos.

El ritmo, trepidante a veces y calmado otras, nos muestra la producción en masa, el consumo en masa, la sobrepoblación, la alienación de los individuos, la homogeneización, la masificación de nuestro mundo global, la polución. Parece plantear la pregunta: ¿es esto lo que hemos hecho? La cadencia, siempre asistida por la música, es adecuada para que se reflexione sobre la marcha en relación a las imágenes que se muestran. Pese a que ya tiene cuatro décadas de rodada, aún es vigente. Sin embargo, no es un film para todo público. Como referencia, se podría decir que se parece a la posterior, por una década, Baraka, realizada por Ron Fricke, director de fotografía de Koyaanisqatsi. Ambas son excelentes películas.

El autor ha dicho sobre sus films: «No es que usemos la tecnología, vivimos la tecnología. Se ha hecho tan ubicua como el aire que respiramos, por eso ya no somos conscientes de su presencia. Al hacer estas películas, decidí dejar de lado todo el fondo de un film tradicional —actores, caracterización, trama, argumento— y traté de llevar el fondo, todo lo que serviría de soporte, como un papel pintado, a la superficie, convirtiéndolo en el tema, ennobleciéndolo con las virtudes del retrato, haciéndolo presente.» (3).

También dijo: «Trato de mostrar que el principal acontecimiento hoy no lo vemos quienes lo estamos viviendo, los que recorremos la superficie de los periódicos, la obviedad del conflicto, la injusticia social del mercado, […] para mí el mayor acontecimiento quizás de toda la historia, y no hay nada comparable en el pasado, permanece sustancialmente inobservado: la superación de toda la naturaleza o del entorno natural como huésped de la vida humana, en favor de un medio tecnológico, de una tecnología de masas. Así que estas películas no tratan del efecto de la tecnología o la industria sobre la gente, sino de que todo, la política, la educación, la estructura financiera […] la cultura, la religión, todo existe dentro de la tecnología.» (3).

En efecto, es así. Pero ha sido así desde que el primer homínido tomó un hueso o un palo, la primera herramienta, y le pegó a una presa para matarla y luego comérsela; hecho que recreó magistralmente Stanley Kubrick en su portentosa 2001. Somos la especie que mejor emplea las herramientas. Ellas son una extensión nuestra. No solo la ciencia, la técnica y la tecnología han coadyuvado para que el uso de ellas se haya extendido, también la necesidad. 

Nuestra vulnerabilidad es mayúscula en el reino animal. Lo que mejor tenemos, como especie, es nuestra capacidad de pensar, de idear, de crear. Sin ella, hubiéramos sido barridos por cualquier especie con mayor capacidad física, que las hay de sobra. Nuestra civilización no llegaría nunca a donde llegó sin la tecnología, desde el primitivo arado de madera o la rueda hasta nuestros días. Incluso, no exento de cierta ironía, para realizar películas, libros, música, teatro, etcétera, en contra del desarrollo, de las herramientas, del progreso, de la tecnología o de la ciencia, se necesita de la tecnología. Las únicas actividades «naturales» que se me ocurren son el canto a capela, la danza y el teatro (todos sin ambientación), que es con nuestros cuerpos. Cualquier otra expresión artística necesita de la tecnología, bien sea pintura, cine, fotografía, música, literatura,... Ni qué decir de las actividades de producción.

¿Contaminamos? 
Sí. Quizás estamos ayudando a acabar con el medio ambiente. Los procesos tecnológicos de la era industrial han contaminado el hábitat. Eso es algo evidente, que no requiere de análisis, solo de la simple observación con los sentidos. 

¿Somos únicos en eso? 
No. Sería una visión reduccionista, antropocéntrica, pensarlo. La mayor destructora de todo —y constructora— es la naturaleza. Ella destruye como nadie. Nosotros no acabamos con una de las especies más exitosas sobre la tierra, los dinosaurios. No tuvimos nada que ver con eso, parece que fue la señora natura. El solo recordar que la Tierra jamás ha estado en el mismo sitio del universo dos veces, nos puede poner en perspectiva de lo que es el cosmos y de lo que es capaz de hacer. Aquí todo es dinámico, todo se mueve, todo cambia, todo se transforma. Cronos le ha dado la razón a Heráclito.

Todos los seres vivos transforman la materia y generan desperdicios. Los seres inanimados también cambian. La tectónica planetaria es activa en todos los cuerpos en los que se ha detectado, hasta las rocas cambian. Las estrellas nacen, crecen y luego estallan para convertirse en objetos más peligrosos aún. Aquí la entropía es la gran reina. Nadie escapa a ella. La física, la química y la termodinámica nos lo han aclarado con ecuaciones. No hay producción ni transformación que no genere desechos, residuos. No hemos dado con el motor perfecto, aquél que no requiere energía, hace el trabajo y, de paso, no contamina. Muy lejos estamos de ello. Tampoco los procesos naturales son inocuos. Ninguno. 

¿Qué hacer?
Hay una tendencia actual muy marcada, incluso tiene signo político-ideológico (4), a querer regresar a las cavernas. Los que blanden esa idea no los ve uno yendo de Madrid a Moscú a pie, o en bicicleta. ¿Greta, la nueva salvadora del planeta, fue a USA como Thor Heyerdal, en una balsa de papiro? No, tomó un avión. Deberían empezar por practicar lo que predican. Siempre ha habido y habrá libertad para ir de Estambul a Pekín a pie o en bicicleta. Y para atravesar los mares se puede emular al gran Thor, si bien para ello hacen falta recursos, tiempo y condiciones físicas. No son cosas que todos tengamos.

Lo que se aprecia desde afuera es que la generación hija de los chips y del «like» quieren desplazar a las industrias de los hijos del motor de combustión. No lo hacen por que aman el ambiente o les preocupa las generaciones futuras, lo hacen para tomar la hegemonía, el control total de la economía. Eso se ve cada día más evidente. Pronto se quitarán las caretas, o ellos o sus productos. Los vehículos eléctricos ¿no contaminan? Entonces, ¿cómo se recargan sus acumuladores?, ¿de dónde sale la energía? Y después, cuando estén inservibles las baterías, ¿qué va a ser de ellas?, ¿desaparecen? ¿Y los vehículos, ya obsoletos, a dónde van a ir? ¿Van a acompañar el Tesla de Musk?

Por otra parte, esas tecnologías, aún en pañales, ¿son las que van a proveer potencia suficiente a los tractores de los agricultores que cultivan tomates?, ¿a los aviones y a la maquinaria pesada?, ¿a los buques, tal vez? Porque los tomates no salen de una «app» en la que con un par de «likes» te da dos kilos de ellos.

La solución vendrá de la mano de la ciencia y la tecnología, las sempiternas parturientas de las herramientas y de los procesos que han producido la civilización. Hay muchos investigadores estudiando la manera de cambiar los procesos industriales a otros menos contaminantes; la forma de eliminar la basura y la contaminación, bien a través de organismos que se «coman» los detritos y los transformen en materia menos peligrosa o por otros procesos que uno desconoce. Biotecnología y nanotecnología parecen ser las que tendrán más probabilidad de ser la clave para la solución. Pero ¿regresar a las cavernas es, en realidad, viable? ¿Los que quieren montar sus neoindustrias sobre las del pasado, avalarían un regreso a las cavernas, aunque eso no les proveyera de los ingresos que sí les proporcionaría tener la hegemonía de la economía?

¿Cuándo?
Esa es la gran pregunta de la que todos queremos una pronta respuesta. Los investigadores están trabajando en soluciones desde hace tiempo. Uno de estos días nos pueden dar una sorpresa. Eso no nos exime de que hagamos lo nuestro, que a diario reciclemos y seamos buenos y conscientes consumidores, buenos ciudadanos.


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(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Nada_surge_de_la_nada
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Heráclito#Citas
(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Godfrey_Reggio#Citas
(4) El sesgo ideológico no escapa al comentario que, de esta película, hace Filmaffinity en:
https://www.filmaffinity.com/es/film334386.html:
«...es un singular documental que refleja la colisión entre dos mundos obligados a convivir: por un lado la vida de los hombres en la sociedad moderna, la vida urbana y occidental, llena de tecnología, ciencia y consumismo. Por otro la naturaleza y el medio ambiente del planeta Tierra.»
El subrayado es mío, para resaltar el sesgo ideológico. Los no occidentales (¿orientales?) no consumen y no contaminan, ergo, son buenos. Me entero. ¿Eso incluye a los árabes (no occidentales) que tienen vehículos de oro? ¿Acaso los chinos y los indios no consumen, no contaminan?
Creo que han arrasado con la termodinámica, la física, la química al decir tal aserto. Eso no importaría mucho, pero también han destruido la biología, eso es más censurable. ¿Se han olvidado de que todo organismo contamina por el mero hecho de existir? No sé.
En este contexto, suele asignársele el término «occidental» a EUA y, en menor medida, a Europa. USA suele representar el paradigma de occidente, tal como lo comenzaran a concebir los griegos hace más de dos mil años, el que hoy todos envidian, al que hoy todos odian, al que ahora parecen querer renunciar muchos. Pero no los veo hacer lo que hizo Thor...

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Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0085809
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film334386.html
Reseña en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Koyaanisqatsi

Enlaces confrontados en octubre 2019.


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Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

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