Imagen del póster en IMDb.
El país soy yo.
Jacinto (Asdrúbal Meléndez) es un individuo que se dedica a diversos oficios pero no persiste en ninguno; se dedica a todo... y a nada. Es un todero. Un día, a propósito de un documental sobre un pueblo minero muy apartado, oye a un espectador comentar que el cine no llega a un sitio así. Se le prende el bombillo y cambia el negocio de reparación de silenciadores por un viejo camión, que —préstamo mediante— adecuará para instalarle un proyector de cine e ir por esos mundos de Dios mostrando el cinematógrafo a los pueblos a los que no llega el cine. En el camino, se le une Manuel, un niño que, para su infortunio, carece de padres. Manuel lo ayuda con el proyector, las cintas, incluso la limpieza del vehículo. Luego, bajo un samán en medio de la nada, la hermosa francesa Juliet (Juliet Berto) está viajando bajo la modalidad del autostop.
Entre los múltiples oficios de Jacinto, el de buhonero.
Acondiciona un viejo camión emulando a una ballena.
Se va por los caminos para ofrecer cine al pueblo.
Juntos recorrerán buena parte de la geografía nacional y, en ocasiones, tendrán momentos memorables, dignos de pertenecer a cualquier familia que es dichosa. Lo mejor de Jacinto aflora en estas escenas; también lo mejor del niño Manuel y de la joven Juliet. Pero la mala racha comienza a hacer mella en las finanzas de Jacinto y el humor y la actitud de este cambian de manera radical. Se vuelve regañón, iracundo; insulta a Juliet y a Manuel. Primero lo abandonará Juliet y luego será Manuel. Solo, triste y desamparado continúa —por poco tiempo— su viajar, hasta que llega a una población fantasma, en donde solo queda una moradora. En ese recóndito sitio lo alcanza la gente a la que le debe dinero para embargarle el camión y meterlo en prisión. En la cárcel, hace amistad con unos arrieros. Un día, andando a caballo con ellos (lo que deja patente que ha cambiado de quehacer), ve pasar su ballena halada por una grúa.
Gran algarabía en algunos poblados cuando llega
la ballena anunciando el cine.
En aquellos años (los 70), el público estaba un tanto hastiado de que el cine nacional se empeñase en llevar a la pantalla historias sobre criminales, pobreza, corrupción. La arista más desagradable de la sociedad venezolana; aunque real. Algunos realizadores hicieron esfuerzos por producir películas de otra índole, más optimistas; que dijeran: sí, hay pobreza y delincuencia, pero también hay de esto, hay gente que quiere hacer cosas buenas. Esta es una de ellas; Simplicio, por ejemplo, es otra de este talante; Macho y hembra es otra, aunque muy posterior. No son apuestas sin riesgo, pues no siempre responden al esquema dramático que garantiza cierto éxito: planteamiento, desarrollo y desenlace de un conflicto y, mientras mayor el conflicto, más potencial tiene el drama. En algunas ni siquiera hay un pequeño conflicto. La propuesta de El cine soy yo es una de las más suigéneris de este grupo de filmes. Es más difícil hacer una película de estas características que una de acción criminal.
Los mejores momentos son con Juliet y Manuel.
Juntos casi alcanzan el estatus de familia.
Estas escenas son inolvidables.
La actuación de Asdrúbal Meléndez es muy buena, al igual que la de Juliet Berto; incluso la del niño Álvaro Roche en el papel de Manuel. La puesta en escena es tan acertada que no hay espacio para el tedio; los recursos fílmicos han sido bien balanceados y se ofrece al espectador un rato entretenido; con el hilo conductor bien definido, permitiendo adivinar situaciones y llegar a conclusiones en su planteamiento. El paseo por diversos sitios de Venezuela evidencia el esfuerzo (y el gasto) necesario para su rodaje. Este es el primer largometraje dirigido por Luis Armando Roche; también coguionista del filme.
El último pueblo al que llega ha sido abandonado
por sus pobladores. Nótese que la fotografía en las
últimas secuencias es tenebrosa, fantasmagórica.
La historia de Jacinto es paralela a la del país al que pertenece. Muchos proyectos, muchas ideas; se empiezan todas y no se concluye ninguna. Así lleva doscientos años desde la independencia; buscando su modelo de desarrollo propio, endógeno, que no sea copia del de Europa o del de EUA. Pero nada pasa. La planificación y la perseverancia, así como una disciplina fiscal eficaz y eficiente, no son sino parte de lo que se requiere para ese éxito que no se logra alcanzar. Las buenas intenciones no son suficientes. Jacinto es el reflejo de ese país que quiere, que tiene deseos, que pone su corazón, sus músculos y su alma en ello pero no da más. Su actitud le pone trampas una y otra vez; una actitud que dista de ser la de una persona madura. A más de cuarenta años de rodada esta película; la lectura anterior no deja de ser vigente. Increíble. Se diría que hoy es así con más énfasis que hace medio siglo.
El inexorable e implacable acreedor, sabueso que se
presenta con la autoridad para encarcelar a Jacinto.
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The moving picture man; El cine soy yo.
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Reseña en Wikipedia:
Reseña en Wikipedia en inglés:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0075851
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film212068.html
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