Imagen del póster de La madre en IMDb.
Pobre pueblo ruso.
Primero pisado por los zares, luego pisado por los sóviets y...
La madre (1926)
Es una adaptación de la novela homónima de Máximo Gorki. Está ambientada en los disturbios en contra del régimen zarista conocidos como la Revolución rusa de 1905, de la que se originó una monarquía constitucional (un freno al poder supremo del zar) y la famosa Duma o parlamento. A una mujer campesina le matan a su esposo en una huelga en la que su hijo está involucrado, ya que ocultó armas y panfletos de los insurrectos. Ella, para evitar males mayores, confiesa a la autoridad que el chico esconde las armas en su casa y él es apresado. Los acontecimientos, marcados por una injusticia mayúscula, le impelerán a ella a cambiar su actitud, de apatía y sumisión al poder que tenía al comienzo a revolucionaria furibunda que tendrá al final (argumento más detallado en este enlace). Una gran película.
Imagen del póster de La madre en Filmaffinity.
El fin de San Petersburgo (1927)
Imagen del póster de El fin de San Petersburgo en IMDb.
En esta película, realizada un año después de La madre, un joven campesino llega a la ciudad de San Petersburgo buscando un mejor porvenir, pero se consigue con las consabidas dificultades e injusticias del régimen zarista. Al igual que en La madre, el personaje principal se transforma de un ser neutro y apático, apartado de la lucha y las reivindicaciones, a un luchador revolucionario. Quizás la menos brillante de las tres películas de la trilogía.
Tempestad sobre Asia (1928)
También llamada El descendiente de Gengis Khan.
Imagen del póster de Tempestad sobre Asia en IMDb.
La tercera película de la trilogía revolucionaria de Pudovkin es Tempestad sobre Asia, también conocida como El descendiente de Gengis Khan. Un cazador de pieles mongol es capturado por los británicos (que están invadiendo su territorio) y enviado a fusilar. Al momento de su fusilamiento, descubren que llevaba en su cuello un amuleto contentivo de un pergamino que dice que el portador del mismo es descendiente del gran Gengis Khan. El amuleto le había caído a un monje tibetano que estaba en la casa del chico rezando para que su padre sanara. Al descubrir el supuesto parentesco, los militares británicos enmiendan su error y logran despojárselo a la muerte. Luego pretenden hacer de él un gobernante títere, pero él se resiste. De nuevo, la llamada por los comunistas «la conciencia de clase» logra salvarlo de la sumisión a los poderosos y abanderar una revolución (argumento más detallado en este enlace). En esta película, la invasión del Reino Unido a Mongolia es una ficción, pues no ocurrió en la realidad (ver este enlace). Ignoro si tal licencia fue para cambiar la historia (muy del gusto de la izquierda) o simplemente para que los malos siempre fueran los occidentales, los capitalistas.
Quizás lo mejor de este filme son las imágenes de las estepas, de la taiga, de la tundra, y de la población rural de esa parte del mundo a inicios del siglo XX, incluyendo costumbres y rituales budistas; particularmente exóticas para nuestros ojos. Solo por verlas vale la pena.
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Pudovkin fue un gran cineasta de su generación, junto a Serguéi Eisenstein y Dziga Vértov impulsaron el cine soviético (el cine en general) y le dieron personalidad propia. Lástima que el grueso de su producción haya sido propaganda prosoviética. En exceso, tan en exceso que, vista hoy, puede empachar y aburrir. En estas tres películas, muy bien realizadas las tres, se pueden ver ciertas influencias del cine de Eisenstein, si bien no fueron discípulos uno del otro; antes bien, tenías discrepancias en relación al proceso de montaje cinematográfico. Incluso en una de ellas hay un guiño a la célebre escena de la escalinata de Odessa de El acorazado Potemkin y a los cañones del acorazado. En las tres cintas hay un tópico común: la toma de conciencia del proletariado. El individuo (bien sea la madre del chico condenado injustamente, el campesino del que han abusado o el cazador mongol al que pretenden utilizar y al que le matan a su pueblo), harto de las tropelías de los poderosos (gobernantes, militares o policías, empresarios o empleadores), toma conciencia de que él también tiene poder, siempre que se unan todos los proletarios; desarrolla lo que llaman «conciencia de clase», vital para llevar adelante la revolución soviética. Eran invitaciones para que los espectadores (la masa del proletariado) participase activamente en la revolución.
Si en algo se diferencian de las de Eisenstein es en el intensivo uso de la ironía, elemento que no está en el cine de Eisenstein (al menos explícitamente). Por ejemplo: la escena en El fin de San Petersburgo que dice en el intertítulo que «ambos lados» quedaron satisfechos y hay bajas de ambos lados; en otra la estatua del zar llora; o en La madre, que dice en el intertítulo que en la corte de Gubernia (país ficticio en el que se desarrolla la acción) sus dos pilares son justicia y honor y luego se ven dos botas militares en primer plano. También cuentan estos filmes con algunos elementos alegóricos y simbólicos. Llama la atención lo corto que son las escenas, algunas de pocos segundos. Estos cineastas innovaron en cine y —pese a lo abrumador que resulta en relación con el exceso de propaganda comunista y las loas constantes al proceso revolucionario soviético— dejó improntas al cinema, en particular en lo que refiere al montaje, creando una forma de discurso innovador que dejó huella por muchos años. De manera que; aunque suene a perogrullada; la técnica puede tener efectos importantes en la obra artística final.
Cabe mencionar que los estereotipos que empleó este cine, hace ya más de un siglo, siguen aún vigentes y son tan exitosos como entonces. La élite dominante, los capitalistas (los propietarios, empresarios) y sus secuaces (los gobernantes no revolucionarios y los militares), visten bien y tienen cara de gente mala, pueril y desenfadada mientras que los buenos, los revolucionarios, son gente enfadada, con principios e intelecto superior. Ese esquema ha sido tan exitoso que ya forma parte del imaginario mundial, pese a que los gobernantes revolucionarios han sido peor que los otros por un trecho gigantesco. No es obra solo de los comunistas, también los potentados han hecho lo suyo para lucir así ante el mundo: su avaricia insaciable no los hace precisamente simpáticos, a pesar de que son los que mueven el mundo, el trabajo y la producción de bienes y servicios. A muchos de ellos no los defendería la mismísima Ayn Rand. Ello nutre el discurso progre, pero eso es otro tema.
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Artículo en Wikipedia sobre Pudovkin:
Artículo en Wikipedia, La madre:
Ficha en IMDb, La madre: https://www.imdb.com/title/tt0017128
Ficha en Filmaffinity, La madre: https://www.filmaffinity.com/es/film873028.html
Artículo en Wikipedia, El fin de San Petersburgo:
Ficha en IMDb, El fin de San Petersburgo: https://www.imdb.com/title/tt0018066
Ficha en Filmaffinity, El fin de San Petersburgo: https://www.filmaffinity.com/es/film162907.html
Artículo en Wikipedia, Tempestad sobre Asia:
Ficha en IMDb, Tempestad sobre Asia: https://www.imdb.com/title/tt0019286
Ficha en Filmaffinity, Tempestad sobre Asia: https://www.filmaffinity.com/es/film625527.html
A la fecha de este artículo, Tempestad sobre Asia se puede ver en Wikipedia, con subtítulos en francés y las tres se pueden ver en YouTube con subtítulos en español o inglés.
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