Imagen del póster en IMDb.
En mi sueño, cuando desperté, lo único que quedaba de este planeta era una luz tenue, una luz anterior a los instantes, algo primigenio, muy básico. Recordé unas palabras: «He vislumbrado el otoño de la conciencia, el último escenario de la razón, y entonces, una luz me heló la sangre».
Voz en off de Stas a su regreso de la Luna.
Preludio
Durante la carrera espacial entre EUA y la URSS (años 50 y 60 del s. XX), se empleaba el prefijo astro para lo relacionado con los norteamericanos y cosmo con los soviéticos (rusos). Astronauta refería a un viajero espacial norteamericano, mientras que cosmonauta a uno soviético; por ejemplo. Cosmonave y astronave seguían connotaciones similares.
La historia
La película comienza con una declaración (en italiano) de un joven que podría representar a uno de los hermanos Judica-Cordiglia. Debido al secretismo del gobierno soviético(1) circularon toda clase de teorías de la conspiración referidas a cosmonautas que no regresaban o que morían en el viaje mientras el gobierno soviético ocultaba todo rastro de estas informaciones. Los hermanos Judica-Cordiglia eran radioaficionados y tenían sus instalaciones en un viejo búnker alemán llamado Torre Bert. Finaliza diciendo que, a pesar de que los soviéticos fueron los primeros lanzando una sonda (Sputnik 1), o enviando al primer perro (Laika), al primer hombre (Yuri Gagarin), a la primera mujer (Valentina Tereshkova), los americanos fueron los que llegaron a la Luna. A partir de ese momento, los rusos perdieron el interés por el cosmos. Con esta exposición inicial y el título, el espectador tiene una idea de por dónde va la película. O por dónde debería ir.
El filme fue bien ambientado en los años 70. Andrei espera señal
de la cápsula de su inseparable amigo Stas.
Luego se muestran las celebraciones de los astronautas del Apolo 11 en imágenes reales de la época. El epígrafe está completo. Ahora comienza la historia. Stas Arsenievich (Leon Ockenden) viajó a la Luna en 1975 y regresa luego de siete meses perdido en el cosmos (espacio es para los norteamericanos), en junio de 1976. Su amigo Andrei Sergeevich Vasiliev (Max Wrottesley), que había monitoreado el cielo para buscar la nave de Stas durante los siete meses, y la mujer de este, Yulia (Katrine De Candole), acuden expectantes, junto con el equipo de búsqueda, hasta el sitio donde aterrizó la cápsula (las norteamericanas amaraban en el Pacífico, las soviéticas aterrizaban en tierra, en algún sitio del gigantesco país). Andrei se siente más culpable que nadie, pues fue él quien recomendó a Stas para que viajase a la Luna, así su amigo cumpliría su sueño de viajar al cosmos. Él quedó afectado de los ojos en una explosión y ya no podía ser cosmonauta, pero se dedicó al apoyo de los viajes espaciales desde la mesa de diseño. Al llegar al sitio donde está la cápsula, la revisan y constatan que dentro de ella no hay nadie.
El módulo de alunizaje en la Luna. Este es el tipo de escena que
deja en evidencia la tecnología y el presupuesto empleados.
Aunque no quedó tan mal...
Como si se tratase de planos existenciales paralelos, pero no coincidentes, Stas vaga por un mundo igual al que dejó, con vegetación y animales tal como eran, pero sin humanos. Incluso llega a las instalaciones de la Ciudad de las Estrellas para no ver más que desolación. Entre las escenas, muy tarkovskianas, de Stas vagando por Rusia en la más absoluta soledad, se presentan flashbacks que muestran las relaciones entre ellos tres. Andrei y Stas eran muy amigos. Un día conocen a Yulia en la Ciudad de las Estrellas y se la disputan amigablemente; ella queda con Andrei, pero mantiene relaciones con Stas. Cuando Stas regresa a la Tierra deja registro audible de su experiencia, también mientras deambula por Rusia; Yulia parece captar estos registros. Su amor por Stas era tan fuerte que dejó de comer, de beber siquiera agua, mientras pasaban los meses y él no regresaba de la Luna. Pero sintió su presencia cuando él regresó.
Reingreso a la atmósfera terrestre de la cápsula de Stas.
Ranking 4
Esta película tiene una calificación mediocre en los portales de cine. En Filmaffinity no llega a 4, en IMDb es 4 al momento de escribir esto. La película no es tan mala como para calificarla de esa manera; es mejor que otras que ostentan calificaciones superiores. Por decir un par de ejemplos, es mejor que Teleios, con rating 4.4; o que A.I. Rising, con 5.4. Parece un caso de castigo del público por el comportamiento del director, Nicolás Alcalá, en el sonado caso de su maleducada respuesta a un correo electrónico de un desconocido que le solicitaba empleo para la posproducción del filme(2); entre otras respuestas inadecuadas durante el rodaje (a decir por el equipo de producción y la prensa de entonces).
Eran inseparables Yulia, Stas y Andrei.
Una experiencia única
Producir una ópera prima a los diecinueve años sin traspiés es harto difícil. Además, era una estructura de producción novedosa: fue la primera película que se produjo a través de micromecenazgo (crowdfunding) en España. No solo eso, la licencia era Creative Commons, sería gratuito su visionado en internet. Los créditos finales, que incluyen los nombres de los que aportaron aunque fuese dos euros, son quizás los más largos del cine. Muy innovadora en varios aspectos. A pesar de ello, requirieron de financiamiento estatal. El rodaje fue muy difícil (algunos podrían calificarlo de pesadilla), en Letonia, Rusia y España. En el documental Hard as indie se cuenta esta experiencia única de los jóvenes cineastas Carola Rodriguez, Bruno Teixidor y Nicolás Alcalá para llevar adelante la película. Es un documental que todo el que quiera dedicarse al cine debe ver. A pesar de que hoy pueda parecer un estrepitoso fracaso (en particular a quienes participaron en el proyecto), es una historia de tres jóvenes dispuestos a convertir su sueño en realidad. Lucharon, dieron todo de sí y realizaron la película. Faltó experiencia y alguien que los guiara para que fuera un éxito. Quizás le hizo falta menos arrogancia y más modestia.
Stas celebra haber pescado un pez con sus propias manos.
Yo Tarkovski
Desde los inicios del pendoneo de Stas por los bosques y por edificaciones devastadas de Rusia ya se hace patente la enorme influencia del cine de Andréi Tarkovski. No hay nada de malo en tomar ideas de los grandes realizadores; algunos de ellos también lo han hecho. Pero para que sea provechosa la copia o la inspiración, también debe haber talento, honestidad, modestia, prudencia. No es copiar y pegar. Copiar y pegar lo puede hacer con éxito el realizador original con obras suyas. No quedó mal, pero el film adolece de ese «algo» que no le permite llegar a ser lo que pudo ser y eso lo nota el espectador. Si continúa su carrera cinematográfica, es muy posible que veamos mejores productos de Nicolás Alcalá; también de sus socios en esta aventura monumental, Carola Rodríguez y Bruno Teixidor.
Stas en un ambiente tarkovskiano, típico de la decadente URSS.
¿Qué nota el espectador?
Quizás lo más evidente es que la película torció su objetivo inicial. Ella misma lo muestra. En el documental (visionado por quien esto escribe después de haber visto la película) se confirma este temor. Es posible que a medida que progresaba el rodaje (grabaron entre cuatro y cinco veces más que el tiempo estándar para un largometraje), el director abandaba el tema prístino de la desaparición de los cosmonautas en circunstancias extrañas para convertirlo en subtrama y se centró en las relaciones del ménage à trois porque se dio cuenta de que era una historia más rica, con más posibilidades cinematográficas para los recursos que él manejaba (menos de ochocientos mil euros). Hacer algo de ciencia ficción como tal, requiere de alta tecnología o de cuantiosos recursos financieros; a menos que se tenga el talento de Tarkovski (y los guionistas que lo apoyaron), que hizo Solaris o La zona (Stalker) con cuatro rublos(3). A pesar de todo ello, quedó un producto decente, subvalorado en los portales de cine y despreciado por la crítica y por el público.
Algunas tomas dejan boquiabierto al espectador.
¿Qué deja?
Aparte del proyecto de hacer la película per sé, que ya es laudable en sí mismo; queda una película con buenas escenas (algunas poéticas), desarticulada en su narrativa, que deja abierta la posibilidad de interpretación al espectador en cuanto a la suerte que haya podido acompañar a Stas (universo paralelo, viaje en el tiempo, cuerpos en «fases» distintas) y plantea —esto ya abiertamente— que al amor poco le importa el tejido del espacio-tiempo, por lo que no lo respeta: Stas y Yulia se siguen queriendo sin la presencia espacial o temporal de ninguno de ellos. También habla sobre la amistad, una gran amistad entre Stas y Andrei. En cuanto al secreto del Estado Soviético en relación a los cosmonautas desaparecidos, poco recuerda uno a medida que avanza el film (por la misma razón que se torció el argumento) y poca importancia tiene en el desenlace. Solo fue una premisa que quizás tuvieron que quitarla en la edición definitiva.
Yulia se despide de Stas antes de su partida a la Luna.
Imagen del póster en Filmaffinity.
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Al momento de escribir este artículo, la película se podía ver en este enlace.
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(1) Siempre han sido así los gobiernos comunistas, tal como con la pandemia del virus chino en 2020, la muerte de Stalin, de Breznev, de Fidel, de Chávez,...
(2) Véase el excelente documental del making-of de esta película, Hard as indie, de Arturo M. Antolín, en este enlace.
(3) De acuerdo a IMDb, con un millón de rublos Solaris, algo más de 22 000 dólares en 1972; y seis millones La zona, unos 300 000 dólares en 1979; en montos corrientes. Ambas películas costaron, aprox., las dos terceras partes de El cosmonauta, si se comparase con valores de 2013.
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Reseña en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt1629747
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film252109.html
Comentarios del film en otros sitios:
Comentario del documental Hard as indie:
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