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Advertencia: destripe.

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21 enero 2022

El viaje a ninguna parte - Fernando Fernán Gómez (1986)


Imagen del póster en IMDb.

Lo que pudo ser pero no fue.


Carlos Galván (José Sacristán), residente de un ancianato, le cuenta sobre su pasado a un psicólogo. La película regresa en el tiempo. Lo hará varias veces, incluso con flashbacks dentro de flashbacks. La narración no lineal le da un toque especial. Bien por el montaje del infaltable Pablo González del Amo.


La compañía sobre las improvisadas tablas en pleno.
Imagen tomada de IMDb.


España, años cuarenta del siglo XX. Una compañía de teatro itinerante, liderada por don Arturo Galván (Fernando Fernán Gómez), va de un pueblo a otro llevando su arte a los párvulos habitantes rurales. Les sigue los pasos de cerca el peliculero Solís (Simón Andreu) que, no por culpa de él, les quita público: la gente comienza a preferir las películas al teatro de segunda que los Galván ofrecen. El hijo de don Arturo, Carlos Galván, recibe en la compañía a un hijo que tuvo en alguna parte. Se trata de un joven de nombre Carlos Piñeiro (Gabino Diego), con acento gallego; no tiene los apellidos del padre ni quiere trabajar en lo mismo. Pero no pueden mantenerlo sin que haga nada, así que Carlos le pide a la joven Rosita (Nuria Gallardo), una de las chicas de las tablas, que, a través de sus encantos, haga entrar por el aro al muchacho. Esto es fácil y rápido; el imberbe jamás ha tenido contacto —ni de lejos— con las féminas.


Carlos Piñeiro, hijo de Carlos Galván, prueba suerte
en el teatro; pero lo hace muy mal.
Imagen tomada de IMDb.


Solís, el peliculero, les ofrece licor a los integrantes
del teatro, que no pueden pagar más allá de un café.
Imagen tomada de IMDb.


Entre los desaires, los infortunios y las desazones, la compañía de teatro se va desmoronando y sus miembros la abandonan progresivamente. La primera es la pareja de Carlos, Juanita (Laura del Sol), que quiere mucho a Carlos, pero prefiere pasar menos hambre. Como quiera que el film es narrado y el espectador tiene por costumbre creerle al narrador, aunque este no sea omnisciente, vamos asistiendo a un ascenso posterior en la fortuna de Carlos Galván, que llega a codearse con los grandes del cine; pues viró hacia el séptimo arte para ganarse la vida. Pero ¡ay del espectador que lo crea! Ya no volverá a creer en otro narrador, «omnisciente» o no.


Carlos Galván, viejo, en el asilo de ancianos. Su
inocua mitomanía al menos entretiene a otros.
Imagen tomada de IMDb.


Este es el mayor encanto que tiene esta extraordinaria producción de Fernando Fernán Gómez, quien escribió el guion y la novela, aparte de dirigir la película: mantenernos dentro de una angosta vereda entre la credulidad y la duda, casi hasta el final. No termina ahí. Tal como hicieran otros buenos filmes (algunos posteriores a este; por ejemplo, El gran pez, de Tim Burton) nos hace tambalear el sistema de creencias según las cuales evaluamos «la realidad». ¿Es la realidad «lo que nos pasa» a nosotros, como seres sociales inmersos en el mundo, o forma parte de esa realidad lo que percibimos, sentimos o recordamos nosotros? Una parte de Carlos cree con vehemencia que sí fue exitoso, que alternó con los grandes del celuloide español. Ni siquiera un buen amigo logra sacarlo de este juicio. Pero... ¿vale la pena?


Prueban ingresar al mundo del gran espectáculo musical
con un patrocinador, pero a este no le convence el show.
Imagen tomada de IMDb.


Con esta cinta, el prolífico cineasta le hace un merecido homenaje al teatro (al que tanto él amó), en especial al teatro de calle, ese de los artistas nómadas que pululaban antes de la irrupción del cinematógrafo, de los modernos juglares desconocidos que divertían a los infantes hacia el siglo XIX y comienzos del XX. Tal como homenajeó Federico Fellini a los circos y a sus payasos. Es la gran despedida a esa forma de entretenimiento y actividad cultural. Cariñosa pero cruda, nostálgica pero inexorable. No son los únicos tópicos que asoman por los fotogramas de esta gran película; que cuenta con una plétora: paternidad irresponsable; amores perdidos; imposibilidad de inserción de las viejas generaciones al nuevo mundo; el fracaso; el éxito; el amor; la desorientación de las nuevas generaciones... La película es poliédrica; tiene densidad suficiente para abarcar muchos temas, como la vida misma. No es de extrañar, es el producto depurado de un artista de 65 años de edad, maduro y consagrado.


Entre los varios temas que toca el film este: el de las viejas
generaciones que no se adaptan a los nuevos tiempos. Don
Arturo es incapaz de actuar bien para el cine.
Imagen tomada de IMDb.


La película conserva el honor de ser la ganadora de la primera edición de los prestigiosos Premios Goya como mejor película. También recibió los premios de mejor guion y mejor dirección. Grandes actuaciones y ambientación, incluyendo vestuario; sin descuidar los demás ingredientes como la música o la edición. Es un film imprescindible de la cinematografía española. Quizás el mejor de Fernando Fernán Gómez.


Imagen del póster en Filmaffinity.


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Voyage to nowhere; El viaje a ninguna parte.
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Artículo/reseña en Wikipedia:
Reseña en Wikipedia en inglés:


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Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

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