Resulta increíble ver
como el pueblo, una vez que se encuentra sometido, cae frecuentemente en un olvido
tan profundo de su libertad que le resulta imposible despertar para
reconquistarla. Sirve tan bien y tan voluntariamente que se diría que no sólo
ha perdido su libertad sino que ha ganado su servidumbre.
De “Discurso
de la servidumbre voluntaria o el contra uno”, de Étienne de
La Boétie (1530-1563)
Mézclese Kill Bill y 1984, póngale una pizca de Brazil, y se obtendrá V de venganza. No necesariamente la mezcla es a partes iguales, pero forman parte del coctel de V.
El novel director McTeigue nos brinda una
historia de venganza contra un sistema totalitario, Gran Hermano incluido, el
cual prácticamente acabó con la vida del vengador luego de haber sido sujeto
para experimentación con humanos. La actividad de V incluye atentados
terroristas, y pronto se apropia de la simpatía de los habitantes de
Inglaterra, país donde ocurren los hechos, en un futuro no tan distante. La
sociedad dormida despierta, gracias a que hay alguien que la despierta. Ese
letargo le cuesta la vida a nuestro personaje central. Cuestiones como que el
gobierno tergiversa los hechos terroristas (señalando que la explosión de un
edificio gubernamental, al comienzo de la película, había sido una voladura
planeada y controlada), o su incompetencia para detener la ola de crímenes, así
como la no libertad de expresión, la represión, la mentira y demás virtudes de
los regímenes totalitarios, son abordados explícitamente en el film. Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia. La actuación de la hermosa Natalie Portman nos confirma, una vez
más, sus grandes cualidades histriónicas.
Si bien los violentos métodos empleados por V
son discutibles, la Historia nos demuestra que la violencia ha sido
constantemente utilizada cuando la problemática existente parece irresoluble
por la vía pacífica, y también que ha sido agente de cambios más o menos
profundos. La vemos, incluso, actualmente, cuando se supone que la Humanidad ha
alcanzado un estadio de conciencia que debería, en principio, evitar las
confrontaciones violentas. Ejemplo reciente de ello ha sido las turbulentas
revueltas ocurridas en los países del Medio Oriente, incluyendo el asesinato de
los sátrapas que gobernaban. ¿Hasta dónde le es permitido a un individuo o a un
pueblo responder violentamente contra un régimen represivo y de pensamiento
único, aplastador de las libertades y del individuo como tal? V se convierte,
teniendo como motor la venganza, en ese héroe histórico que mencionaba Hegel, que comprende el zeitgeist y promueve los
cambios que la sociedad requiere.
Una película sin pretensiones que, sin embargo,
nos hace reflexionar sobre importantes temas políticos. Quizás tenga violencia
en exceso, que pudo haberse cambiado por escenas de mayor contenido reflexivo.
Empero, se ha convertido en una película de culto, obteniendo contradictorias reacciones
al momento de su estreno; y la máscara utilizada por Guy Fawkes se ha convertido
en un símbolo del movimiento anarquista Anonymus.
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Y tales estragos,
tales desgracias y tal ruina no os llegan de mano de los enemigos, sino del
enemigo, de aquel al que vosotros habéis convertido en lo que es, aquel para el
que marcháis valerosamente hacia la guerra y por cuya grandeza no rechazáis
echaros en brazos de la muerte. Y, sin embargo, ese amo sólo tiene dos ojos,
dos manos, un cuerpo, nada que no tenga el último de los habitantes de nuestras
ciudades. Él sólo tiene de más aquello que vosotros le dais para que os
destruya. ¿De dónde saca todos esos ojos que os espían, sino de vosotros
mismos? ¿Cómo tendría todas esas manos que os golpean, sino os las tomase en
préstamo? Los pies con que pisotea vuestras ciudades, ¿no son vuestros?
A decir verdad, es muy
inútil preguntarse si la libertad es natural, ya que a nadie puede mantenérsele
en servidumbre sin dañarle: nada hay en el mundo más contrario a la naturaleza,
completamente razonable, que la injusticia. La libertad es, por tanto, natural.
Por ello, en mi opinión, no sólo hemos nacido con la libertad, sino también con
la pasión de defenderla.
De “Discurso
de la servidumbre voluntaria o el contra uno”, de Étienne de
La Boétie (1530-1563)
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