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Decisión blanda para una realidad dura
Durante la década que podríamos
llamar la “época dorada” del cine venezolano (aprox. 1975-1985), Canción mansa para un pueblo bravo,
de Giancarlo Carrer, llamó la
atención del público tanto por su título como por la buena música de Alí Primera, muy de moda en
aquel entonces, sobre todo entre los jóvenes que éramos de izquierda. Orlando Urdaneta,
aún en sus primeros pasos como actor, interpreta a Gilberto, un cándido provinciano
que arriba a Caracas en busca de un futuro mejor. La escasa competencia que
tiene no le hace acreedor a ningún trabajo que le permita progresar. Finalmente
abandona sus escrúpulos, sus valores, e incluso el anillo que le regaló su
madre –única conexión con lo que algún día fue- y se convierte en delincuente
para sobrevivir, influenciado por un “amigo” que conoce en las calles de la
gran capital. Su mentor le convence de que la única forma de salir
adelante es robando.
Este problema es recurrente en
nuestras sociedades: la provincia pobre exporta iletrados a las capitales,
donde se requiere de cierta capacitación para lograr un trabajo remunerado que
permita vivir decentemente. Es un círculo vicioso, que no se ha logrado
convertir en círculo virtuoso: la gente no estudia, no se especializa en ningún
oficio, los patronos no los capacitan y ellos no se capacitan a sí mismos, la
remuneración es pobre porque también es pobre el desempeño del trabajador. La solución más
viable pasa por la educación de la gente. Ya eso se ha dicho hasta la saciedad,
pero a las clases dirigentes parece no convenirles un pueblo culto, lo cual, si
se analiza bien, carece de sentido. Esto se evidencia hoy más que nunca. Es
el drama de Venezuela, y de muchos pueblos de América Latina, si no de todos. ¿La
solución rápida? Robar. Además, las clases dirigentes (entiéndase políticos,
funcionarios públicos que tienen autoridad, los que no la tienen, los
empresarios,...) tienen fama de ladrones, y surge esa relación de transitividad tan
conocida como engañosa: si X puede hacerlo, yo también. Llevado al extremo, si
X puede matar, yo puedo matar. Mientras no haya un pueblo educado en valores morales,
en valores ciudadanos y en conocimientos instrumentales que le permitan ganarse la vida,
no hay solución. Qué triste en una tierra a la que
le han entrado una veintena de planes Marshall en solo unas
pocas décadas.
Es una película cuyo tema pudo
haber dado lugar a un film de mayor trascendencia. A pesar de ser la época de
oro del cine venezolano, no todos los films hechos en dicha época eran de gran
calidad. Simplemente fue una época en la que se hicieron muchos filmes
nacionales. Evidentemente, mucho más que la película trascendió la música de Alí Primera.
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