La rígida virtud no dobla el cuello
ante el vicio triunfante
de El Satiricón de Petronio
Dicen que Charada (Stanley Donen, 1963) fue la película de Alfred Hitchcock que Hitchcock nunca hizo. Pues pienso que Satyricon, también llamada Fellini Satyricon, fue la película de Pier Paolo Pasolini que Pasolini nunca hizo. Claro, tiene el sello personal de Fellini. Satiricón es un gran fresco que el insigne director italiano pintó sobre el comportamiento libertino de la Roma del siglo I d.C., basado en El Satiricón de Petronio. Sangre, homosexualismo explícito, violencia, sexo, prostitución, gula, y toda clase de excesos figuran en esta película de corte teatral, con personajes deliberadamente sobreactuados. También emergen signos circenses, con los que Fellini siempre coqueteó. Hay personajes que son convidados de piedra, casi en sentido literal, pues ni siquiera pestañean, que son muy fellinianos. Los jóvenes bien parecidos, diría yo, son un toque más pasoliniano que felliniano. La escenografía es minimalista-surrealista, y el maquillaje es, en algunos personajes, exagerado. Estos elementos le imprimen una gran belleza formal al filme. Pero todos los excesos referidos son deliberados, para explicitar -sin que quede ninguna duda- los excesos que se pretenden criticar de la vieja Roma. Fellini quiere mostrar la banalidad, la superficialidad, la lujuria y los vicios de la hedonista vida de los poderosos de la época, y de quienes los rodeaban. Tal parece que eran las necesidades primarias del ser humano (fisiológicas) las que prevalecían, a pesar de tener poetas y filósofos en la corte, los cuales estaban presentes más por una falsa máscara de pretender una trascendencia y un gusto exquisito, que por sentir la necesidad real de elevar el espíritu.
Fellini no se preocupa, en esta
cinta, de contarnos una historia hilada, sino de mostrarnos lo que Petronio
dejó sentado en su obra sobre la simiente de la decadencia del Imperio Romano,
cuando Emperadores del talante de Calígula o Nerón gobernaban. Pero,
aparte de la importancia histórica, que tiene secuela en el tiempo, Fellini no
deja de reflexionar sobre los tiempos que corren, e invita al espectador a
que establezca similitudes de comportamiento entre ambas épocas. Es una de sus
películas más críticas, con excepción de las de su denominada etapa
neorrealista. Fellini, como todo intelectual, trata de entender el presente
desde el pasado, a sabiendas de que puede haber cierta relación del tipo
causa-efecto, o de que puede haber patrones de conducta que reinciden históricamente en las sociedades.
Pero ¿qué es lo que pretende
Fellini con este film? No creo yo que la Italia de finales de los 60’s
estuviese pasando por algo similar a lo que cuenta Satiricón, pero sí hubo
cambios radicales en esa década. La década de los 60’s fue una de las más
importantes del siglo XX. El advenimiento de la píldora anticonceptiva y la
consecuente “liberación sexual”, el movimiento hippy, las
revueltas de los jóvenes en todo el mundo (el mayo francés o las protestas en las Universidades de Estados Unidos, por ejemplo), las novedosas telecomunicaciones que permitían informarse
al momento de cualquier acontecimiento de alguna relevancia histórica, cultural
o social, son algunos de los cambios que sembró la década de los sesenta. Los sectores
conservadores de la sociedad veían con ojos entre escépticos y escandalizados
todos estos cambios, que les hacían prever una decadencia súbita de la sociedad
occidental. Esa interpretación de los conservadores quedó registrada en obras de arte, libros, periódicos, filmes, y programas radiales y televisivos. Quizás El Satiricón sea el grito de alerta de Fellini. Por supuesto que es una interpretación personal, como todo comentario que no venga del
realizador de la película.
Una gran producción cinematográfica que todo
admirador de la filmografía del maestro de Rímini debe ver (también los
admiradores del cine de Pasolini).
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