El western hiperreal
Todos tenemos autores preferidos
y autores que simplemente no nos gustan. No creo que sea un pecado venial –o
intelectual- no gustar de algún autor[1]. Desgraciadamente no logro compartir la opinión de la genialidad que dicen que tiene
Tarantino. De manera que este es un comentario muy subjetivo, muy personal.
Como me gustan más las películas que plantean temas de reflexión (como las de
Bergman, Kubrick o Fellini, por citar algunos) y no veo en las de
Tarantino planteamientos del mismo tenor, quizás por eso las aprecio menos. Veo sí, películas muy bien hechas. Es
común una impecable técnica, muy buen guión (casi siempre del mismo Tarantino),
excelente cinematografía y edición, y un uso muy novedoso, nada ortodoxo
–aunque genial- de la música (estilo que la hija de Francis Ford Coppola, Sofía,
también plasma en sus filmes).
Algo que sí caracteriza a
Tarantino es la apología de la violencia por la violencia misma y el
tremendismo de las escenas de sangre. No hay duda de eso. ¿Cuál es el propósito
“filosófico”, cual es la interpretación que habrá de dársele a eso? ¿Es acaso una
trasgresión como las de Pasolini? Al lector interesado en los intríngulis de
esta apología, que es llevada al colmo en la película Hostel (que aunque no fue
dirigida, sí fue producida por Tarantino), lo remito al artículo de uno de mis profesores,
el Dr. Arturo Serrano, sobre el cine de Tarantino, en este enlace. Si no puede leer ese ensayo, entonces he aquí la apretada sinopsis: Tarantino nos presenta la violencia
no como evento real o del realismo, sino del hiperrealismo, técnica que extrema
de forma exagerada la violencia para situarla más allá de la realidad y
ubicarnos distante de ella, de manera que no la asociemos con la violencia real
(la de la vida cotidiana), que ya no entretiene a los espectadores como antes.
Obedece ello a: 1) distanciar la víctima del espectador (algo similar al
distanciamiento brechtiano), para que éste último no “sufra” cuando matan a la
primera, 2) lograr, empleando un elemento novedoso, el entretenimiento del
espectador con películas cuya columna vertebral es la violencia, tema que vende
muchas entradas a los teatros y muchos DVDs, y 3) dar lo ofrecido a la sociedad
consumista: más y cada vez más y más (de lo que sea, comida, lujos, objetos
insulsos, emociones, experiencias). No pretende ser un cine de ensayo, de planteamientos filosóficos, mas sí un espectáculo.
Personalmente me gustó más la
dupla Kill Bill que Django desencadenado. Y más aún Bastardos sin gloria. Diciendo algo más a
su favor, uno queda razonablemente atrapado viendo Django; no hay descanso para
el espectador, en el sentido de la atención que uno le presta al film.
Casi siempre emerge alguna escena llamativa, aunque tiene algunos momentos “flojos”. Es
una película bien hecha; pero no siento una necesidad vital de volverla a ver. Sobre gustos y colores...
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[1] Un ejemplo de la discordia que existe, en ocasiones, sobre un autor o una obra, se aprecia en la crítica de Django y los comentarios presentados en este enlace.
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