¿Cuántas veces hemos oído nuestra
canción favorita (y las no favoritas), comido nuestro plato predilecto o leído los mismos libros?
La respuesta a esta pregunta es muchas veces. Sin embargo, y esto
es muy curioso, cuando alguien nos invita a ver una película que ya vimos, solemos decir “ya la vi”. Si es con control remoto en mano, pensamos "ya la vi" antes de cambiar de canal. El “ya la vi” implica “no la voy a ver otra
vez, ya la vi”. Parece que nosotros no aceptamos ver las películas más de una vez.
Hay muchas producciones fílmicas
que basta con ver una vez, o menos (SubHysteria, por ejemplo, se podría ver 0 veces). No poseen el atractivo específico que nos enamora de ellas. Pero hay
unas cuantas películas que simplemente hay que volverlas a ver, no soportan un
único visionado. Unas porque nos gustan y las volveríamos a ver
con cierta periodicidad, otras porque, si no las vemos nuevamente, no logramos
entenderlas. Incluso algunos eruditos críticos de cine ven más de una vez
algunas películas que son vitales en el cine, cuya interpretación está sujeta
a variación con el tiempo, o porque su lectura es muy compleja.
Hay películas que, una vez las entendemos, se nos antojan magistrales. A mí me ha ocurrido con varias, entre
ellas el Ciudadano Kane, que al principio no le veía la gracia, la creía
sobrevalorada. En otras ocasiones hay que investigar para poder dar con el
significado que el director le quiso dar a su obra. Por ejemplo, investigar los
hechos históricos asociados al filme. Pasa con películas como El acorazado Potemkin, Apocalipsis ahora o El triunfo de la voluntad, que tenemos que tener
una idea de la guerra o situación política en la que ocurrieron los hechos para
su mejor comprensión. O películas rodadas en una época de censura, en las cuales el director tuvo que acudir a elementos simbólicos para burlar la mordaza
oficial, tal como algunas realizaciones de Carlos Saura. También se requiere
alguna investigación, o cierto ejercicio mental, para contextualizar la
película. Quizás no se pueda "sentir" existencialmente Mar adentro o Jhonny cogió su fusil si no se hace un
esfuerzo por imaginarse uno mismo en una situación como la del protagonista. ¿Y las que son complejas? Memento hay que verla por lo menos
dos veces por su hilo narrativo tan -innecesariamente- retorcido. Otras por su lenguaje más complejo. Por ejemplo, las películas de Tarkovski, y algunas de Bergman, es
recomendable verlas un par de veces, o más. No seguidas, es preferible dejar
unas semanas o meses de por medio.
Hay otro motivo para ver los
filmes nuevamente: la interpretación que uno les da cambia con el tiempo, no
por la película, que es la misma, pero cambia uno, su cultura y su visión del mundo. Cuando
vi por primera vez Las fresas de la amargura tenía 14 o 15 años, y pensé que
era una obra maestra del cine, básicamente por su excelente música, que estaba de moda, y por el tema, que tocaba -aproximadamente- a mi grupo etario. Pero hoy la veo con más objetividad y me doy
cuenta que no es así; es buena, pero la música es mejor
que la película. Otro caso es 2001, que cuando la vi en su estreno (1969 o 1970 en
Acarigua), ni siquiera la entendí. Tenía 12 o 13 años y era censura C, para mayores de 18 años. No sé por qué era para mayores de 18 años, ni tampoco sé por qué me dejaron entrar, pero sí sé porqué no la entendí. La he visto muchas veces
desde entonces, y siempre le descubro algo nuevo.
Le invito a que haga una lista de
sus películas repitientes, las que hay que volver a ver, bien porque son de
gran disfrute o bien porque la primera vez que las vio no las entendió. Deles otra
oportunidad.
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