La calamitosa vida de las barriadas caraqueñas
La galardonada película venezolana Hermano nos revela que, luego de muchos años, la realidad de las barriadas venezolanas, caraqueñas en particular, sigue siendo la misma que hace 5 o 6 décadas. Las películas venezolanas de los años 70 nos dibujaban, al igual que Hermano, esa cruda y laberíntica realidad a la que están sometidos buena parte de los pobladores de bajos recursos. De ese hoyo socioeconómico, en el cual han estado sepultados los llamados estrados C y D (más el D que el C), prácticamente no hay salida. Hermano nos presenta, sin embargo, cómo un joven, a través del deporte, puede -eventualmente- flotar en medio del inhumano (¿habría que llamarlo inmundo?) ambiente. La trama, que nos sorprende con un final inesperado, está muy bien hilada y refleja con lujo de detalles el alienante mundo del pobre, en el que situaciones que van desde la esperanza onírica de “salir de abajo” al asesinato impune que, hoy día, pareciera querer ingresar como otro elemento del folclore nacional, gracias a la asquerosa desidia de los gobiernos y las clases dirigentes que, en contubernio, disfrutan de los frutos de la indolencia hacia el pueblo, hacia el país. Rasquin hace, como otros cineastas del pasado lo han hecho, una cruda denuncia de esta realidad superrealista, de esta realidad que carcome la sociedad desde sus adentros. Pasará a ser, como cualquier otra denuncia, transparente en la historia cotidiana de un pueblo cada vez más abandonado, más desilusionado, más explotado.
La galardonada película venezolana Hermano nos revela que, luego de muchos años, la realidad de las barriadas venezolanas, caraqueñas en particular, sigue siendo la misma que hace 5 o 6 décadas. Las películas venezolanas de los años 70 nos dibujaban, al igual que Hermano, esa cruda y laberíntica realidad a la que están sometidos buena parte de los pobladores de bajos recursos. De ese hoyo socioeconómico, en el cual han estado sepultados los llamados estrados C y D (más el D que el C), prácticamente no hay salida. Hermano nos presenta, sin embargo, cómo un joven, a través del deporte, puede -eventualmente- flotar en medio del inhumano (¿habría que llamarlo inmundo?) ambiente. La trama, que nos sorprende con un final inesperado, está muy bien hilada y refleja con lujo de detalles el alienante mundo del pobre, en el que situaciones que van desde la esperanza onírica de “salir de abajo” al asesinato impune que, hoy día, pareciera querer ingresar como otro elemento del folclore nacional, gracias a la asquerosa desidia de los gobiernos y las clases dirigentes que, en contubernio, disfrutan de los frutos de la indolencia hacia el pueblo, hacia el país. Rasquin hace, como otros cineastas del pasado lo han hecho, una cruda denuncia de esta realidad superrealista, de esta realidad que carcome la sociedad desde sus adentros. Pasará a ser, como cualquier otra denuncia, transparente en la historia cotidiana de un pueblo cada vez más abandonado, más desilusionado, más explotado.
Filmada sin actores famosos, nos recuerda, sin titubeo alguno -y sin vergüenza-, al neorrealismo italiano. Al igual que el movimiento italiano de posguerra (que liderizaran Rossellini, Visconti y De Sica), se presenta, sin maquillaje alguno, la realidad allende las barriadas. Chocante, en algunas de sus imágenes, irreverente en muchos de sus diálogos, no podemos hacernos la vista gorda ante la puesta en escena de semejante denuncia. No en balde ya ganó premios como mejor película en los Festivales de Moscú y Shangai. Pertenece a ese grupo de nuevo cine venezolano que de un tiempo para acá irrumpe con calidad, con contundencia y contenido reflexivo, cosa que nos place sobremanera.
Rasquin puede estar seguro de que su denuncia plasmada en Hermano no logrará nada. Toda esa situación que mediocriza al país no va a cambiar en varias generaciones. Pero también puede estar seguro de que hizo un esfuerzo, que puso su grano de arena para que las cosas cambien, que denunció públicamente la calamidad que se vive en las barriadas caraqueñas y, por extensión, en todas las del país. Más allá de su aporte como cineasta, ha añadido, suerte de interesante valor agregado, un Proyecto Social hermano de la película. Espero equivocarme en la afirmación hecha al comienzo de este párrafo.
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