Imagen del póster en IMDb.
Nunca olvido una cara,
pero con la suya voy a hacer una excepción.
pero con la suya voy a hacer una excepción.
También llamada La cara de otro (Tanin no kao en japonés transliterado), es un filme del realizador Hiroshi Teshigahara, el mismo director de la excelente película La mujer de la arena. Okuyama (Tatsuya Nakadai) ha tenido un accidente que le ha desfigurado el rostro por completo. Hace alarde de su condición, con hiriente sarcasmo, con su mujer, interpretada por la bella Machiko Kyō. El doctor Hira (Mikijirō Hira), un siquiatra, le confecciona una máscara con el rostro de un tercero, al que le dan dinero por facilitar su rostro para hacer la máscara de Okuyama. Una de las primeras cosas que hace cuando tiene la máscara es seducir a su esposa; pero se llevará una sorpresa. Termina convirtiéndose en otra persona, haciendo fechorías, al amparo de un rostro que no es el de él.
Una subtrama presenta a una joven con una cicatriz horrenda en su rostro. La joven no tiene relación con Okuyama y trabaja en una residencia de veteranos de guerra. Pese a que se cubre la cicatriz con el cabello para disimular, es objeto de burlas y acoso por parte de la gente; también tiene una relación incestuosa con su hermano. Por diálogos con él, se infiere que la herida se la produjo la bomba atómica de Nagasaki. Esta subtrama, desconectada del resto del filme, nos muestra una posible reacción de otro sujeto con el mismo problema de Okuyama, pero sin la suerte de haber accedido a una máscara para cubrir su herida. Ante la presión social (aumentada por el sentimiento de culpa del incesto), la joven decide quitarse la vida. Esta subtrama aborda el tema de la belleza más que el de las apariencias o la ocultación de la personalidad; que lo cubre la historia de Okuyama. Hay escenas surrealistas que, sin pretender ser simbólicas, plantean una ruptura del hilo narrativo.
La película tiene una gran fotografía y unos diálogos nada pueriles. Algunos, de hecho, son profundas reflexiones filosóficas sobre el ser y las apariencias; tópicos conectados con el rostro. Una muy buena película.
El rostro no es una parte más del cuerpo humano. Es el área donde se ubican los cinco sentidos con los que el ser humano percibe su entorno. También por donde se expresa el habla, mecanismo para hacer uso de la diferencia más notoria que tiene respecto a los otros animales: el lenguaje. La cara también es el elemento característico que identifica a primera vista a cada individuo de manera unívoca. La cara es el espejo del alma, dice un adagio. Cuando hablamos con el otro, le vemos al rostro y él nos ve al nuestro. El reconocimiento del otro comienza por el reconocimiento del rostro del otro. Casi se podría decir que es parte de nuestra personalidad.
Cuando Okuyama suplanta su propio rostro por otro, en su mente comienza un juego (peligroso) de suplantación de personalidad; o al menos de comportamiento. Está bajo la protección de la no identidad, del anonimato. Es la misma protección que podemos ver hoy en día en las RRSS: los individuos se esconden tras un avatar, que los representa como anónimos ante los demás, para proferir una opinión descabellada, un insulto a otro o una valoración equivocada sobre un tópico cualquiera. Es una «libertad» ficticia porque tras esa careta falsa, se esconde una persona que es esclava de su propia cobardía.
Un aspecto, quizás importante, relacionado con el rostro, es la relativa similitud de sus facciones al modelo de belleza o al modelo de fealdad que predomina en una sociedad. El rostro con características tales que se considera hermoso por la mayoría, tiene mayor aceptación; mientras que un rostro cuyos rasgos están dentro de lo que se considera feo, tiene no solo menos aceptación, sino que puede llegar a ser repulsivo. La película no trata este asunto en la trama de Okuyama, pero sí en la de la joven con la cicatriz. En otras partes del cuerpo también se verifica esta predisposición social; pero en el rostro es mucho más marcada.
He aquí algunas frases de los subtítulos que llaman a reflexión (la primera es un sarcástico juego de palabras de Okuyama cuando es irreverente con una mujer):
Una subtrama presenta a una joven con una cicatriz horrenda en su rostro. La joven no tiene relación con Okuyama y trabaja en una residencia de veteranos de guerra. Pese a que se cubre la cicatriz con el cabello para disimular, es objeto de burlas y acoso por parte de la gente; también tiene una relación incestuosa con su hermano. Por diálogos con él, se infiere que la herida se la produjo la bomba atómica de Nagasaki. Esta subtrama, desconectada del resto del filme, nos muestra una posible reacción de otro sujeto con el mismo problema de Okuyama, pero sin la suerte de haber accedido a una máscara para cubrir su herida. Ante la presión social (aumentada por el sentimiento de culpa del incesto), la joven decide quitarse la vida. Esta subtrama aborda el tema de la belleza más que el de las apariencias o la ocultación de la personalidad; que lo cubre la historia de Okuyama. Hay escenas surrealistas que, sin pretender ser simbólicas, plantean una ruptura del hilo narrativo.
La película tiene una gran fotografía y unos diálogos nada pueriles. Algunos, de hecho, son profundas reflexiones filosóficas sobre el ser y las apariencias; tópicos conectados con el rostro. Una muy buena película.
Fotograma de la película. Tomado de IMDb.
El rostro no es una parte más del cuerpo humano. Es el área donde se ubican los cinco sentidos con los que el ser humano percibe su entorno. También por donde se expresa el habla, mecanismo para hacer uso de la diferencia más notoria que tiene respecto a los otros animales: el lenguaje. La cara también es el elemento característico que identifica a primera vista a cada individuo de manera unívoca. La cara es el espejo del alma, dice un adagio. Cuando hablamos con el otro, le vemos al rostro y él nos ve al nuestro. El reconocimiento del otro comienza por el reconocimiento del rostro del otro. Casi se podría decir que es parte de nuestra personalidad.
Cuando Okuyama suplanta su propio rostro por otro, en su mente comienza un juego (peligroso) de suplantación de personalidad; o al menos de comportamiento. Está bajo la protección de la no identidad, del anonimato. Es la misma protección que podemos ver hoy en día en las RRSS: los individuos se esconden tras un avatar, que los representa como anónimos ante los demás, para proferir una opinión descabellada, un insulto a otro o una valoración equivocada sobre un tópico cualquiera. Es una «libertad» ficticia porque tras esa careta falsa, se esconde una persona que es esclava de su propia cobardía.
Un aspecto, quizás importante, relacionado con el rostro, es la relativa similitud de sus facciones al modelo de belleza o al modelo de fealdad que predomina en una sociedad. El rostro con características tales que se considera hermoso por la mayoría, tiene mayor aceptación; mientras que un rostro cuyos rasgos están dentro de lo que se considera feo, tiene no solo menos aceptación, sino que puede llegar a ser repulsivo. La película no trata este asunto en la trama de Okuyama, pero sí en la de la joven con la cicatriz. En otras partes del cuerpo también se verifica esta predisposición social; pero en el rostro es mucho más marcada.
He aquí algunas frases de los subtítulos que llaman a reflexión (la primera es un sarcástico juego de palabras de Okuyama cuando es irreverente con una mujer):
La máscara me hace descarado.
Las máscaras podrían destruir completamente toda la moral humana.
Llevar máscara es como vivir sin gravedad.
Cuando estamos enamorados intentamos desenmascararnos.
Llevar máscara es como vivir sin gravedad.
Cuando estamos enamorados intentamos desenmascararnos.
Toda una reflexión sobre las apariencias y la ocultación del ser. Si bien la máscara a la que hace alusión la película (y este artículo) es física; se puede entender la trama (y este artículo) con máscaras virtuales; es decir, como un deseo vehemente del que pretende ocultar su ser ante los otros. Okuyama así lo quiso, mientras que la chica de Nagasaki no. Otra película importante relativa a la relevancia del aspecto personal y las consecuencias de la fealdad en una persona, es El hombre elefante (1980), del cineasta David Lynch, basada en la vida del infortunado Joseph Merrick.
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Artículo en Wikipedia, inglés:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0061065
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film437677.html
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