Imagen del póster en IMDb.
La condición humana: La gran trilogía de Kobayashi.
Al igual que la Trilogía de Apu, de Satyajit Ray (que trata de la vida de Apu), La condición humana es un tríptico de Masaki Kobayashi en el que narra parte de la vida de Kaji, un joven humanista, pacifista y socialista, durante la II Guerra Mundial. La monumental trilogía está basada en la novela autobiográfica homónima de Junpei Gomikawa (no confundir con La condición humana de André Malraux). Constituye un gran fresco del absurdo de la II Guerra Mundial y de la transformación de un individuo inmerso en tan abstracta e irracional guerra. Es una mirada introspectiva del Japón hacia sí mismo, a propósito del conflicto bélico. En el camino, se examinan otros tópicos propios de la condición humana. Quizás más exacto hubiera sido referirse al comportamiento humano en lugar de la condición humana; pero eso formaría parte de otro análisis; podemos considerar que el término es correcto.
Cada una de las películas de La condición humana (Ningen no jôken en japonés transliterado; 人間の條件 en japonés), dura al menos tres horas, sumando casi diez horas las tres; cada una se divide en dos partes, lo que totaliza seis partes. Podrían haber sido un poco más cortas sin detrimento importante del contenido. Los títulos de los tres filmes son los siguientes:
La condición humana II: El camino a la eternidad;
La condición humana III: La plegaria del soldado.
Pese a enarbolar valores, hoy comunes, relativos a los derechos humanos y al trato fraternal y amable entre las personas (lo cual es bueno, claro), a pesar de las diferencias de jerarquía; la trilogía es parte de la propaganda política subliminal, tal como El acorazado Potemkin: en la historia, los que son buenos son comunistas o socialistas y los malos son los que no son comunistas o socialistas. La Historia ha demostrado que los gobiernos de extrema derecha son funestos; y los de extrema izquierda lo son aún mucho más (ya lo había anticipado Aristóteles cuando sentenció que una virtud moral es mejor en tanto en cuanto esté alejada de los dos extremos, menos deseables; vamos, que ni tan calvo ni con dos pelucas). Kobayashi murió en 1996, después que cayó la Cortina de Hierro; de manera que es seguro que habrá confirmado, en vida, que el sistema genocida de la URSS, con el que simpatizaba, fue —además de criminal— un rotundo fraude. No hacía falta visitar un gulag para llegar a esa conclusión.
La condición humana II: El camino a la eternidad.
Kaji (Tatsuya Nakadai) ingresa en el ejército. Allí recibe el brutal entrenamiento de parte de los instructores y castigos por parte de los soldados más viejos en la fuerza. Vejámenes y humillaciones en ingentes cantidades. Lleva más golpes que una gata ladrona. Intenta, fiel a sus principios humanistas, sembrar un clima de concordia y camaradería; pero siempre tropieza con los duros del medio, los tradicionalistas que le impiden cambiar las cosas. Lo único dulce de su estadía en la milicia es la sorpresiva visita que Michiko (Michiyo Aratama), su esposa, le hace en una ocasión; en la que su superior le permite pernoctar con ella por una noche.
Le asignan un grupo de reclutas (algunos mayores de 40 años) para que los instruya. Para defender la dignidad de sus pupilos, debe sufrir las consecuencias, en general violentas reprimendas por parte de suboficiales y soldados de mayor rango o antigüedad. Para evitar males mayores, le envían con un pelotón de 28 soldados a excavar trincheras cerca de la línea enemiga (los enemigos son los soviéticos). Ahí los sorprende una desigual batalla en la que casi combaten con estacas de abedul (le llegaron fusiles a última hora); el enemigo lo hace con tanques blindados. No queda casi nadie con vida, solo Kaji y dos soldados más. Ocurren más acciones, pero sería muy largo enumerarlas; ¡son tres horas de película!
Le asignan un grupo de reclutas (algunos mayores de 40 años) para que los instruya. Para defender la dignidad de sus pupilos, debe sufrir las consecuencias, en general violentas reprimendas por parte de suboficiales y soldados de mayor rango o antigüedad. Para evitar males mayores, le envían con un pelotón de 28 soldados a excavar trincheras cerca de la línea enemiga (los enemigos son los soviéticos). Ahí los sorprende una desigual batalla en la que casi combaten con estacas de abedul (le llegaron fusiles a última hora); el enemigo lo hace con tanques blindados. No queda casi nadie con vida, solo Kaji y dos soldados más. Ocurren más acciones, pero sería muy largo enumerarlas; ¡son tres horas de película!
El único momento reconfortante fue con su esposa
Michiko, en la despensa del campamento.
Imagen tomada de IMDb.
En la guerra puedes tener varios enemigos.
El enemigo en la primera película de la trilogía era el sistema empresarial, si bien custodiado por los militares de la Kenpeitai. En esta el enemigo externo es el país vecino a Manchuria, la URSS; pero el enemigo interno es el estamento militar japonés; en el que, lejos de prevalecer el compañerismo, la fraternidad; reina el trato despótico de quienes detentan una jerarquía superior a los subalternos; todo se limita a ordenar y a obedecer sin rechistar; sin importar lo justa o injusta, racional o irracional, que haya sido la orden. El positivismo a ultranza; tal como ocurrió en la Alemania nazi. Este esquema de pensamiento está en las antípodas de los principios y valores del protagonista. Pero la realidad es terca. A lo largo de su estadía en los cuarteles militares, Kaji va dándose cuenta de lo poco (casi nada) que le ha servido ser un hombre de principios y valores intachables. El mundo que le rodea ni aprecia eso ni se rige por los mismos parámetros. Lejos de ellos, en muchos aspectos está putrefacto. Kaji va, progresivamente, degradando su conducta, alejándola de los cánones iniciales. La entropía se apropió de su código moral.
En las trincheras, luchando con las uñas contra
tanques soviéticos. Imagen tomada de IMDb.
Debido a sus actitudes y a su amistad con Shinjô (un soldado que es comunista confeso), es observado con cautela por los superiores. Shinjô no soporta la estadía y huye un día que hay un incendio. Kaji no lo sigue, pero por poco. Ambos sueñan con una tierra en la que los hombres «son iguales» (se supone que la URSS). La gratificación de Kaji por haber sido un instructor condescendiente y amable con los nuevos soldados es la amistad y el respeto que ellos le profesan, solo eso. No ha cambiado al mundo. Apenas puede lograr cambios minúsculos en algunos hombres que le rodean. Tal como se resume en el breve diálogo con Kageyama, un viejo amigo con el que se topa en el ejército, ahora oficial (superior de Kaji):
—Ninguno de nosotros consiguió hacer nada especial —le dice Kaji.
—Eres un hombre inteligente, pero escoger el ejército como escenario para librar tus propias batallas, es de tontos. Es más inteligente andarse con cuidado que ser obstinado —contesta Kageyama.
En las trincheras, donde tantos consiguieron
la muerte. Imagen tomada de IMDb.
A través de pequeños cambios en pocas personas se puede, luego de mucho tiempo, lograr cambios en el mundo; avalados por reflexiones racionales sobre esos cambios y eventuales correcciones. Le llaman evolución. Suelen ser más sólidos y fundamentados que los generados por revolución; en las que suele gobernar la improvisación y lo visceral sobre lo racional.
Imagen del póster en Filmaffinity.
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Artículo en Wikipedia:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0053115
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film621539.html
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