Imagen del póster en IMDb.
El mundo no es así; nosotros lo hemos hecho así, yo lo he hecho así.
Dijo el nuncio Altamirano a las autoridades políticas luego de la masacre.
La misión es una monumental película que tiene como fondo las misiones cristianas en Sudamérica. Tiene varias capas dramáticas: la redención personal del capitán Rodrigo de Mendoza (Robert de Niro); la lucha del padre Gabriel (Jeremy Irons), sacerdote jesuita por llevar adelante la misión de san Carlos; el desmantelamiento de las misiones jesuitas en tierras españolas (que pasarían a pertenecer a Portugal) y la reacción de los indígenas.
Todo esto enmarcado en un contexto histórico complejo cuyo epicentro fue el Tratado de Madrid de 1750; en el que los imperios español y portugués fijaban nuevos límites a sus territorios en Sudamérica. Este tratado amplió los límites de Brasil, bajo la égida portuguesa. De manera que hay muchos intereses tensionando sobre la posesión de los territorios y de quienes los habitan: intereses políticos y económicos por parte de las autoridades españolas y portuguesas (tanto en Europa como en América); de la Iglesia Católica, a través de los jesuitas que comandaban las misiones evangelizadoras pero que —paralelamente— perdían poder dentro de las monarquías europeas; de los jesuitas que, vistos dentro de la Iglesia Católica con desagrado por las otras órdenes y como invasores por los monarcas, tenían serias amenazas de desaparecer como orden religiosa; intereses comerciales de toda una hueste de mercenarios y rémoras que comían del botín; y de los indígenas, cuyas vidas y tierras estaban siendo invadidas por extraños; pero, aunque no tenían voz ni voto ni vela en el entierro, se sentían dueños de sus tierras y de sus vidas.
Viendo este fotograma, uno piensa que es posible
que algunos indios se hayan encariñado con
los misioneros bienintencionados.
Imagen tomada de IMDb.
La historia
El tiempo presente (1758) transcurre mientras el nuncio Altamirano (Ray McAnally) escribe una larga carta al sumo pontífice en la que narra los hechos acaecidos, incluso desde antes que él llegara a Sudamérica. La película retornará a esta escena en varios momentos, todos breves. A través de la historia de tres personajes se puede describir el argumento:
Padre Gabriel. Envió sacerdotes a una misión aguas arriba de las cataratas de Iguazú y estos fueron ejecutados por los indígenas (desde aquí es la narración de Altamirano). La impactante escena inicial muestra a uno de los religiosos atado a una cruz y dejado a su suerte en el río que fluye hacia las inmensas cascadas. Gabriel, entonces, va él solo a evangelizar el territorio hostil portando un oboe y una biblia. Funda la misión san Carlos desde cero, con las armas de la humildad, la perseverancia y el evangelio, doblegando la bravura de sus habitantes originales, los indios guaraníes. Por el Tratado de Madrid de 1750 tendrán que abandonar la misión y nadie quiere hacerlo. Al llegar los nuevos ocupantes, los portugueses, ocurre una matanza. Durante esta, no empuñará arma alguna sino la cruz, no disparará más que cánticos religiosos junto a los indios que aprendieron música. De nada servirá.
Capitán Rodrigo de Mendoza. Es un mercenario que trafica con los indios: los captura para venderlos como esclavos; comercia con españoles y portugueses, le da igual. A su regreso de una de las cacerías se entera de que su amante, Carlota (Cherie Lunghi), está enamorada de su hermano, Felipe de Mendoza (Aidan Quinn). A pesar de que le promete a Carlota no hacerle daño a Felipe, en un duelo lo mata. Se auto penaliza recluyéndose en la celda de un monasterio; ni siquiera come. Los monjes no saben qué hacer con él (el homicidio por duelo no era un crimen) y se lo ofrecen al padre Gabriel. Este habla con él y lo convence para que lo acompañe a la misión de san Carlos. Rodrigo adopta los hábitos y se ordena sacerdote. Después, durante la revuelta para no abandonar la misión, vuelve a tomar las armas para defender a los guaraníes. De nada servirá. Este personaje (el protagonista) desarrolló un arco dramático enorme en el film: cambió de traficante de indios a dar su vida por defenderlos.
Rodrigo sube la montaña con una gran carga; no solo de peso
físico, también en la conciencia. De Niro parece Sísifo.
Imagen tomada de IMDb.
Altamirano. El hipócrita de la película. Llega a la Asunción con el objetivo de evaluar las misiones (también llamadas reducciones) que los jesuitas han desarrollado en el territorio que, según el nuevo tratado, dejará de ser jurisdicción española para ser de Portugal. Los sacerdotes y las autoridades portuguesas y españolas pasean a Altamirano por las misiones para realizar una evaluación de estas y así decidir si son abandonadas o no. Altamirano llega a visitar la casi inaccesible misión de san Carlos. Esto es lo que la película da a entender. Pudo haber sido así. O no.
—¿Qué es lo que está en juego?, pregunta Altamirano.
—Creo que es la obra de Dios la que está en juego, responde Gabriel.
—No, lo que está en juego es la propia existencia de la orden de los jesuitas... tanto aquí como en Europa...
Debido a que el monarca portugués no quiere tener a los jesuitas en sus dominios (los considera un estado dentro del estado), estos deberán irse. Puede el espectador entender que Altamirano finge durante sus visitas a las misiones, y que la decisión ya estaba tomada: él vino a cerrarlas. Cuando constató la inmensa y noble tarea que habían hecho los jesuitas con la evangelización y la culturización de los indios, se sintió como un verdugo de la más vil estirpe; tanto así que pasó cinco horas meditando frente al altar.
Los jesuitas sienten que su mundo se derrumba; también los indígenas. Los indios no entienden que deben abandonarla. Les dijeron que era voluntad de Dios pertenecer a ella y ahora que es voluntad de Dios abandonarla. No entienden porqué Dios cambió de opinión. Cuando llegan los portugueses a tomar posesión de sus nuevas tierras, fusil en mano y cañones prestos, ocurre la masacre. La cuerda siempre rompe por la parte más delgada.
Dependiendo del color del cristal con el que se mire, todos tenían diversas cosas que perder, excepto los portugueses (aunque también perdieron algunas vidas). Los jesuitas perdían poder e influencia, tanto en América como en Europa; los españoles territorio: recursos y poder; los indígenas ya habían perdido mucho, su libertad, por ejemplo; podían perder aún más: su vida. Y así fue.
Rodrigo volvió a las armas para defender a quienes
antes capturaba para vender. De nada sirvió.
Imagen tomada de IMDb.
«Aunque sabía que en toda Europa los estados despojaban de autoridad a la iglesia, y aunque sabía muy bien que si esta quería perdurar allí debería demostrar su autoridad sobre los jesuitas de aquí, no dejaba de preguntarme si estos indios no habrían preferido que el mar y el viento no hubieran traido a ninguno de nosotros hasta estas tierras». Voz en off de Altamirano, al ver las misiones. En esta reflexión, se abre una ventana para ver la opción que nunca fue. Jamás se sabrá qué hubiera sido de América (y de Europa) de haber ocurrido esa historia alternativa.
La misión (The mission) es una de las mejores películas que se han rodado sobre la conquista de América del Sur. El guionista, el veterano Robert Bolt(1), tuvo que haberse documentado mucho para lograr un guion creíble de algo tan lejano en el tiempo y en el espacio para él. El trabajo de Roland Joffé no fue menor; solo rodar en la selva amazónica ya es un logro. Pese a no estar sudamericanos ni españoles involucrados en los papeles centrales de su ejecución, es un producto de gran calidad. No puede hacer gala de rigor histórico, ni lo pretende; pero sí da una visión bastante aproximada de lo que fue o de lo que pudo haber sido(2). Es evidente que está algo sesgada a favor de la iglesia y de los misioneros jesuitas. Quizás, desde el punto de vista histórico, los jesuitas lo hicieron con el entusiasmo y el amor al prójimo que predican. Quizás, quizás no.
Roger Ebert o el ácido sulfúrico.
Roger Ebert fue el más respetado crítico de cine de Estados Unidos. Le dedicó una crítica destructiva a este film (la cual está en este enlace); lo calificó con 2,5/4 estrellas; casi no aprueba. Cuando lo vió quizás no era su día, o no se sentía bien. Es posible que no conociera el contexto histórico de la película y no la apreciara de manera apropiada. Ebert parece haber entendido que las fuerzas en pugna eran solo dos; y no es así de sencillo. Dice: «...Dos grandes fuerzas coloniales compiten por los corazones y las mentes de los indios nativos. Por un lado, están los saqueadores imperialistas, que quieren establecer un comercio de riquezas y esclavos. Por otro lado, están los misioneros, que quieren convertir a los indios a Cristo». Si el problema se tuviese que reducir a dos fuerzas, estas serían los monarcas europeos versus el Vaticano. La iglesia comenzó a perder fuerza luego de la Baja Edad Media mientras los monarcas europeos querían, cada vez más, parte del diezmo religioso para ellos. Los indios poco pintaban en este asunto; eran parte del botín, no del cónclave que decidía. Los misioneros tampoco tenían un peso específico significativo.
Desde el punto de vista fílmico es muy buena; tiene grandes actores, buenas fotografía y ambientación, música... ¡soberbia!, es una de las melodías más emotivas que ha compuesto Ennio Morricone. El solo de oboe es sublime. Vestuario y maquillaje muy cuidados. Se le puede conceder a Ebert que Joffé (o Bolt) no explicaran muy bien, con pelos y señales, los motivos subyacentes para eliminar las misiones y las tensiones entre los diversos actores políticos y religiosos involucrados en el problema. Había una intrincada red de intereses, algunos ocultos. Pero de ahí a decir que todo fue un caos... No necesito, como espectador, saber de qué lado está cada indio para apreciar una escena de guerra (hay indios a favor de la misión, otros que ayudan a los portugueses; y no se distinguen a simple vista). La conquista fue así, caótica, más aún en la selva amazónica; no fueron guerras ordenadas de forma cartesiana, con militares de ambos bloques alineados en grandes explanadas como presenta Barry Lyndon.
Gabriel llega a la selva y se pone a tocar el oboe. Los indios
se lo rompen. Imagen tomada de IMDb.
Desde el punto de vista fílmico es muy buena; tiene grandes actores, buenas fotografía y ambientación, música... ¡soberbia!, es una de las melodías más emotivas que ha compuesto Ennio Morricone. El solo de oboe es sublime. Vestuario y maquillaje muy cuidados. Se le puede conceder a Ebert que Joffé (o Bolt) no explicaran muy bien, con pelos y señales, los motivos subyacentes para eliminar las misiones y las tensiones entre los diversos actores políticos y religiosos involucrados en el problema. Había una intrincada red de intereses, algunos ocultos. Pero de ahí a decir que todo fue un caos... No necesito, como espectador, saber de qué lado está cada indio para apreciar una escena de guerra (hay indios a favor de la misión, otros que ayudan a los portugueses; y no se distinguen a simple vista). La conquista fue así, caótica, más aún en la selva amazónica; no fueron guerras ordenadas de forma cartesiana, con militares de ambos bloques alineados en grandes explanadas como presenta Barry Lyndon.
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(1) Guionista de, entre otros films, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, Un hombre para la eternidad.
(2) Para un análisis histórico del filme, véase este enlace.
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Artículo en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia en inglés:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0091530
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film791884.html
Interesante análisis del filme desde el punto de vista histórico:
Crítica de Roger Ebert sobre la película:
Artículo sobre el film Jericó:
Artículo sobre el film Aguirre, la ira de Dios:
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