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Este blog no es de crítica especializada ni académica, solo de comentarios «al dente» de un espectador común.

Advertencia: destripe.

Algunos comentarios hacen referencia a momentos claves del argumento o al desenlace de este (destripe, spoilers).

14 mayo 2012

El pianista – Román Polanski (2002)




Cuando el arte trasciende las ideologías


El polémico Román Polanski es, junto a Andrzej Wajda, el director de origen polaco más conocido por nosotros. El viudo de la legendaria y hermosa Sharon Tate, tiene la costumbre de hacer buenas películas. Ambos directores tienen esa costumbre. El pianista, muy galardonada película, nos cuenta las desventuras de un pianista polaco durante la ocupación nazi de Polonia, específicamente de Varsovia. Esas “desventuras” incluyen riesgo de muerte por diversos motivos y una vida precaria, en condiciones infrahumanas, que sortea en una Varsovia destruida por la insensata guerra. Gracias a la ayuda de diversos amigos pertenecientes a la resistencia, logra sobrevivir. Al final, cuando ya la ayuda ha desaparecido, un oficial alemán lo descubre, pero, a diferencia de la bestia que asesinó a Guido en La vida es bella, este oficial le pide, luego de saber que es pianista, que toque una pieza en un viejo piano que, por suerte, se hallaba en el lugar. El capitán, de nombre Wilm Hosenfeld, quien aprecia la música a tal grado que acepta la de Chopin –que estaba prohibida por el régimen al que él pertenecía-, lejos de asesinar a nuestro pianista, lo ayuda (¿buscando redención?). Finalmente los papeles se revierten y es el capitán nazi quien termina en un campo de concentración y Władysław Szpilman, el pianista y compositor en el que se basó esta historia, vuelve a la vida que tenía antes de la guerra: desempeñándose en la radio. Polanski y su familia sufrieron en carne propia las desgracias de la II Guerra Mundial; de manera que fue "fácil" para él añadirle el dramático realismo a esta producción.



Estos trabajadores, esclavos rusos, polacos y holandeses, internados en el campo de concentración de Buchenwald, ingresaron en el campamento con un promedio de 73 kg cada uno. Después de 11 meses, su peso promedio era de 31 kg (16 de marzo de 1945).
Tomado de Wikipedia.org

Sobre los horrores de la guerra harto se ha hablado, incluso en este blog. De manera que sería interesante comentar otro aspecto que plantea este filme, y que fue un hecho en la vida de Szpilman: el arte le salvó la vida. Claro, por la ventura de que quien lo pudo asesinar, y no lo hizo, apreciaba el arte. El arte como hecho cultural, descontextualizado de las ideologías políticas. Quizás dijese Schopenhauer que el arte constituía un reducto del capitán para deshacerse; no del tedio existencial schopenhaueriano, pero sí de la realidad circundante, con la que seguramente no estaba de acuerdo, tal como no lo estarían muchos oficiales alemanes (no todos eran asesinos; no todos podrían ser, desde una perspectiva estadística o probabilística, asesinos). La contemplación y el disfrute del arte, por sí mismo, es algo que eleva el espíritu a niveles que superan, en mucho, las ideologías políticas, las horrorosas discriminaciones y los abominables hechos de una guerra.


La maja desnuda, de Goya



No todo queda ahí con el arte y la guerra (contextualizándolo ahora en la política). El arte, en buena medida, revela el mundo que rodea al artista, quien lo interpreta y deja plasmada esa interpretación en su obra. De esta manera, podemos constatar que hay obras de arte cuya estética es particular de la ideología dominante. Ejemplo de ello son las estatuas construidas durante los regímenes dictatoriales, que reflejan la dureza e inclemencia que dichos regímenes ejercen mientras detentan el poder, que "imponen carácter". Son de una estética muy singular, diríase que dudosa. El arte, siendo interpretación del mundo que el artista percibe, ineludiblemente se asocia a hechos históricos, agradables o desagradables. El arte también es víctima de los procesos históricos violentos. Como ejemplo de ello, tenemos que muchos italianos sienten cierto recelo, e incluso desprecio, por la Piazza Venezia (que es una obra de arte, como innumerables sitios de Roma), porque Il Duce Benito Mussolini se asomaba en uno de sus balcones para proferir su repulsiva verborrea fascista. Recordemos que, durante la caída del imperio soviético, las estatuas de los líderes bolcheviques fueron destruidas, o al menos dañadas, por la muchedumbre rebelde. Hay arte para recordar los sinsentidos de la irracionalidad, como Los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío de Goya, o el célebre Guernica de Picasso; o la dolorosa existencia de algunas personas (las pinturas de Frida Kahlo). También, felizmente, hay obras que recuerdan los momentos sublimes de la Historia o simples momentos agradables, como La creación de Adán de Michelangelo, La maja desnuda (también la vestida, aunque ésta llame menos la atención) de Goya, la mayoría de los cuadros de la serie Cartones, también de Goya, o la música de Mozart, Chopin o Vivaldi, que invitan a la solaz tranquilidad del espíritu, a la simple contemplación y disfrute de la belleza.





El pianista es una gran realización de Román Polanski. Una de sus mejores películas; que nos recuerda los horrores de la guerra, pero también que, a pesar de esa caótica circunstancia, hay esperanza de sobrevivencia y deseos de redención.


1 comentario:

David Cotos dijo...

Quiero verla, hasta ahora no he tenido la oportunidad de verla. Saludos.

Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

Las 10 + proyectadas