Cuando el enemigo es uno mismo
Haciendo la cola para comprar la entrada para ver Enemigo interno (original en inglés: Bad lieutenant, port of call: New Orleans), unas personas se colearon para comprarle la entrada a una tercera que, a decir de ellos, “estaba en el baño”. Yo también pude haber estado en el baño ¿no, señor x?. Ya dentro de la sala, vi no menos de dos niños (acompañados de adultos), entre los espectadores de una película clasificada como C (>18 años). Estos dos ejemplos de clara anomia, de trasgredir valores morales como si nada, fueron un buen antipasto para la película, pues también trata sobre la trasgresión de los valores morales: un policía corrupto y drogadicto que logra, a través de trampas y alguna intuición escalar posiciones dentro de la organización policial. Sobran ejemplos de la vida real.
Haciendo la cola para comprar la entrada para ver Enemigo interno (original en inglés: Bad lieutenant, port of call: New Orleans), unas personas se colearon para comprarle la entrada a una tercera que, a decir de ellos, “estaba en el baño”. Yo también pude haber estado en el baño ¿no, señor x?. Ya dentro de la sala, vi no menos de dos niños (acompañados de adultos), entre los espectadores de una película clasificada como C (>18 años). Estos dos ejemplos de clara anomia, de trasgredir valores morales como si nada, fueron un buen antipasto para la película, pues también trata sobre la trasgresión de los valores morales: un policía corrupto y drogadicto que logra, a través de trampas y alguna intuición escalar posiciones dentro de la organización policial. Sobran ejemplos de la vida real.
Fui a ver esta cinta con muchas expectativas, pues se trata del director Werner Herzog (website oficial) , quien es uno de los estandartes del nuevo cine alemán, junto a nombres como Rainer Werner Fassbinder o Volker Schlöndorff. Sin embargo, discrepo notablemente de las críticas que he leído en relación con esta película. La percibí floja, sin el poder de atracción necesario para atrapar al espectador durante las casi dos horas de proyección. La actuación de Nicholas Cage no está mal, pero no es de sus mejores. La fotografía no es ni la sombra de lo que fue en sus anteriores películas (quizás la copia que llegó aquí no sea óptima) y otros aspectos técnicos son muy corrientes, a excepción de las tomas hechas desde el ángulo de visión de las iguanas, delirio del teniente interpretado por Cage. La música tampoco atrae. Ciertamente la película no es lo que yo esperaba, habida cuenta de antecedentes como Aguirre, la ira de Dios, Fitzcarraldo o Nosferatu, el fantasma de la noche, tres grandes películas suyas cuyo protagonista fue, en las tres, el esquizofrénico Klaus Kinski, padre de la bellísima Nastassja Kinski. La delirante música de esta trilogía estuvo a cargo de Popol Vuh.
La película está muy lejos de las tres mencionadas. No se puede pretender que un gran director haga siempre grandes películas. Los mejores han tenido sus altos y bajos. Como referencia para el lector joven, recuérdese la trivial película Atrápame si puedes, de Steven Spielberg. El tema, sin embargo, es importante. La trasgresión de las normas morales, el desmoronamiento del código moral de un individuo que, para lograr su placer y sus objetivos, atropella a los demás y cae en el vicio y la corrupción es, sin duda, temática del más alto nivel de importancia. Y ese comportamiento deleznable lo vemos –y padecemos- aquí, en Venezuela, día a día, desde los pobladores más insignificantes hasta la clase dirigente. La anomia, como fenómeno social que corroe las bases del tejido social, es el pan nuestro de cada día. Si no, no hubiese episodios como los mencionados al principio de estos comentarios. El ser humano es capaz de inventar los códigos morales más inflexibles, del mejor corte kantiano, y también capaz de llevar a cabo las peores atrocidades que su imaginación es capaz de concebir. No debemos escandalizarnos demasiado cuando vemos películas que tratan sobre eso, aún cuando su contenido rebase nuestra capacidad de asombro. Saló o Hostel solo reflejan algo existente, al igual que Enemigo interno. Cuando los victimarios de estos hechos escalan posición social, esto aumenta exponencialmente lo macabro de los autores, de los hechos, y hasta de la sociedad que lo permite.
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