El Fausto a lo Monty Python
Esta producción de Terry Gilliam (Brazil, 12 monos, la mal ponderada Las aventuras del Barón Munchausen) fue víctima de una interrupción que por poco le fue letal. La muerte del actor Heath Ledger en 2008, cuando se estaba rodando, casi paraliza su realización. Los también buenos actores Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell se encargaron de sustituir el personaje que caracterizaba Ledger, el cual sufrió las metamorfosis respectivas de acuerdo a los actores que lo representaban. Este cambio realmente no menoscabó el producto final, pues tratándose de un argumento fantasioso, el cambio de rostro en el mismo personaje no es más que otra fantasía dentro del imaginario de Parnassus. Terry Gilliam le dedicó, con justicia, la película a Heath Ledger.
El psicodélico argumento de esta película navega entre el Fausto y Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. La puesta en escena de Gilliam recuerda a las de Tim Burton: con elementos surrealistas, dentro de un mundo onírico-infantil, con personajes extravagantes y situaciones que rayan el delirio. Es un espectáculo visual, tal como lo fue recientemente la Alicia de Burton. La puesta en escena de esta película tiene el corte de otra buena película de Gilliam: Las aventuras del Barón Munchausen. Los efectos visuales, en ambas, juegan un papel importante que el director de Brazil no desaprovecha. Nuevamente la evasión de la realidad, presentada a través del también evasor de la realidad: el cine, juega un importante papel en una historia. El satírico ex Monty Python utiliza al Fausto y a Alicia como excusa para la crítica social que, de fondo, se desarrolla en esta cinta (tal como en Fausto y Alicia), si bien las críticas están veladas con alucinantes alegorías. La burla de estereotipos y situaciones sociales convergen en una aventura aderezada con elementos "bizarros", que hacen a esta película entretenida e incitadora a la reflexión. No desatiende, sin embargo, ciertos planteamientos del Fausto, cuya historia se convierte en la columna vertebral, con el agravante (y eso lo sabemos quienes somos padres) de que en lugar de vender su alma al diablo, Parnassus vende a su hija. El espejo de Parnassus, cual espejo de Alicia, transporta los personajes que se atreven a cruzarlo hacia variables mundos donde se desarrollan historias aparentemente absurdas que van hilando, a veces “flojas” y sin convencer, el argumento.
El imaginarium de Parnassus nos hace pasar un entretenido rato, llamándonos a reflexión sobre algunos absurdos de nuestra sociedad, mientras evoca dos granes clásicos como lo son el Fausto y Alicia. La evasión de la realidad a plena carga! Lástima que en Puerto Ordaz la hayan exhibido por tan cortísimo tiempo.
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