El dulce imaginario de Tim Burton
Este film no es exactamente un
remake de Willy
Wonka y su fábrica de chocolate (Mel Stuart, 1971), protagonizada
por el incomparable Gene
Wilder. Esta versión, del creativo Tim Burton, ha sido
estelarizada por Johnny Depp,
en uno de sus papeles poco convincentes. Willy Wonka es el magnate de los
chocolates, pero no tiene heredero. Organiza un tour por su fábrica para cinco
niños que han ganado un cupón especial para ello. El que logra sobrevivir el
tour será el vencedor de la contienda. Gana Charlie, quien es el que tiene el más
grande corazón de los participantes, el más humilde y modesto, el que tiene el
mejor comportamiento. Es una película muy familiar, muy “Disney”. No lo digo en
sentido peyorativo, pues las películas de Disney siempre tuvieron algún
trasfondo moral, sino en sentido de la sencillez de la trama y por el hecho de
que es para todo público, en el más estricto sentido de la palabra.
El mundo fantástico de Burton es
lo que más llama la atención de este film (y de sus films en general). Cuenta
con extraordinaria escenografía y efectos especiales, además de algunos
mensajes morales explicitados a lo largo de la historia. El final, edulcorantemente
sentimental, muy a lo norteamericano, intenta reivindicar la importancia de la
familia como valor e institución trascendente, que da sentido a la vida. Pese a la trivialidad con que se hace el planteamiento ético-moral, contiene escenas que satirizan diversos comportamientos
antipáticos, así como un pequeño homenaje a 2001:
una odisea espacial.
Charlie y la fábrica de chocolate
es un espectáculo visual al mejor estilo bizarro de su director Tim Burton, cineasta que tiene
sello propio en el mundo cinematográfico. Una película muy decente, con mensaje
moral incluido.
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