La historia de un títere de la Historia
El gran cineasta italiano Bernardo Bertolucci
(El
último tango en París, Novecento)
emprendió esta monumental película biográfica con ciertas dificultades en lo
concerniente a conseguir la autorización para rodar en la Ciudad Prohibida de Pekín, donde reinó el último
Emperador de la dinastía Qing. No se ciñe
totalmente a la biografía de Pu Yi,
debido a que se cambiaron algunos hechos para imprimirle más dramatismo a la
que parece una aburrida e inútil vida. Pese a ello, Bertolucci logra una cinta
impresionante, técnicamente perfecta, en la que la fotografía, el vestuario, el
montaje, la música, el guión y el sonido juegan un importante papel. Recibió 9(1) premios Óscar y
muchos otros premios internacionales.
En sus más de dos horas y media
de duración, nos narra la vida de quien sería El último Emperador de China,
desde su niñez hasta su decadentes años finales en la Revolución
Cultural de Mao, en la que fue solamente un ciudadano más. Pu Yi fue un monarca de
palacio, la mayor parte de su vida se desarrolló dentro de la Ciudad Prohibida,
lo que le impidió conocer de primera mano al pueblo al que “gobernaba”. Es la
gran paradoja de los dirigentes: su aislamiento de la realidad del pueblo que
gobiernan. Fue un gobernante, no de China, pero de la Ciudad Prohibida, donde
se le prodigaban todo tipo de cuidados dignos de un Emperador, incluyendo un
maestro británico. Al advenir la Revolución Cultural es hecho prisionero,
perdiendo todas las prebendas y privilegios y es sometido a un proceso de
adoctrinamiento o lavado
de cerebro. Antes de eso, fue derrocado y exiliado en Manchuria, donde fue un
soberano títere del imperio nipón. El personaje, monarca de uno de los
imperios más grandes de la Historia, terminó siendo un estropajo histórico, sin
voz ni voto para dirimir su propio destino. Es la triste decadencia cuando
irrumpen hechos históricos avasallantes. Independientemente de la importancia
social, política o económica de un personaje, este tipo de hecho histórico lo
barre como si no fuese absolutamente nada. Queda esta lección para aprender. Al
menos no fue asesinado como los Romanov.
La Ciudad Prohibida
A pesar de que esos
acontecimientos han ocurrido muy recientemente (desde el punto de vista
histórico(2)),
tal parece que fue tan inútil la vida de Pu Yi como la Revolución de Mao. Víctima y victimario son hoy lo mismo ante la historia. Tal como reza el epílogo de Barry Lyndon.
El último Emperador es un gran fresco
moderno sobre un monarca que pudo ser pero no fue. Una película de excepcional
calidad, de gran belleza plástica, que atrapa, que deja muy en alto el nombre de su realizador en la historia del
cinema.
(1) Mejor
película, director, guión adaptado, música, fotografía, dirección artística, vestuario,
sonido y montaje.
(2) Le
preguntaron a Mao en una ocasión qué le parecía la Revolución Francesa y
contestó que era muy pronto para opinar... de manera que sobre su revolución es aún más prematuro opinar, ¿no?
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