Me da lo mismo que sea verdugo, que sea lo que sea, mientras me dé de comer.
José
Luis (muy bien interpretado por Nino Manfredi) es un joven que trabaja
en una funeraria, pero que sueña con emigrar a Alemania y ser mecánico. Conoce,
en la prisión donde buscan un reo ajusticiado, a Amadeo, el verdugo, personaje
brillantemente interpretado por José Isbert. A José Luis le es
difícil conseguir pareja por lo macabro de su trabajo. Igualmente le ocurre a
Carmen (Emma Penella), la hija de Amadeo,
porque su padre es un verdugo. Este problema que tienen en común los acerca
hasta que se convierten en pareja. Amadeo tiene la oportunidad de adquirir un
apartamento, pero estará jubilado para cuando se lo entreguen, de manera que
Carmen y Amadeo convencen a José Luis para que acepte el trabajo de Amadeo y
poder conservar el apartamento, con el pretexto de que nunca tendrá que ejercer
de verdugo, porque casi siempre indultan a los sentenciados. Pero llega el día en que es llamado para una ejecución. José Luis
desea renunciar y devolver todos los pagos que ha cobrado, pues le aterra la
sola idea de hacerlo. Nuevamente, Carmen y Amadeo le persuaden de que quizás el
reo se muera, porque está enfermo, o quizás le otorguen un indulto.
Luis García Berlanga, uno de los cineastas españoles más
sobresalientes, pone el dedo en la llaga con El verdugo, criticando la pena de
muerte desde un punto de vista muy curioso: el humor negro. Todos los
parlamentos y escenas que tienen que ver con la muerte, específicamente con la
ejecución de un sentenciado con el garrote vil y con el ejercicio del verdugo, son
de un sarcasmo sin igual. Es la trivialización de la muerte, y del oficio de
verdugo, con una ironía que choca frontalmente contra la capacidad de asombro
del espectador. Una mordaz crítica a la pena de muerte, irreverencia por
delante.
Ejecución mediante garrote vil en Filipinas, 1901.
Pero en este filme Berlanga critica también las
costumbres de la clase media del Madrid de los 50’s y principios de los 60’s,
el aparato burocrático y sus absurdos, los prejuicios y mitos de la sociedad y otras realidades de la época. Pero una de ellas llama la atención por sobre las
críticas laterales, y es que la vida de algunas personas se resuelve mientras
las de otras menos afortunadas no corren la misma suerte. Es el caso que Amadeo
y su hija aseguran un buen porvenir gracias a la desgracia de José Luis, al
truncamiento de su sueño de ser mecánico en Alemania y a convertirlo a un
oficio que aversa. Ante la encrucijada de ambas opciones, José Luis opta por la
que está más a mano, la de hacer una vida con Carmen en Madrid, en lugar de
emigrar. Pero el sinsabor del oficio que debe ejercer para lograr esa vida es
inmenso, y se aprecia en el final de la película, donde observamos a un José
Luis absorto con el brutal acto del homicidio frío y calculado. Hay una escena memorable en la que dos guardias civiles llevan
a rastras al joven para que haga su oficio (escena basada en un hecho real). No pudo contra el destino. O, mejor,
no pudo con la tentación de una vida más fácil, aunque ésta vida supusiese
dejar a un lado algunos de sus principios morales, en comparación con la
incertidumbre de la emigración. Ésta tentación, y el envolvente y prometedor
parlamento de su suegro y de su mujer, lo hicieron claudicar.
De suerte que el verdugo también es víctima. Víctima de un
sistema que considera la pena de muerte como elemento punitivo y que necesita
alguien que la ejecute, y de la necesidad de un trabajo estable y decentemente
remunerado. Dura verdad que, en muchos otros oficios, es aún patente. Es la
impotencia del individuo frente a su entorno. Como dijo Ortega y Gasset: “Yo
soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Nada más
cierto. Con algunas herramientas y autosugestión puedo
tener una actitud que me permita amortiguar las contrariedades, para sobrellevar
la vida sin tanto sobresalto, dentro de cierto sosiego, apreciando lo bueno que
hay dentro de lo malo más que lo malo, pero de ahí a poder controlar todas las
variables del entorno, hay un trecho gigantesco.
Luis García Berlanga trata temas realmente agudos en El
verdugo, con un humor tan punzante como reflexivo, lo que evidencia su
maestría en el manejo del lenguaje cinematográfico. Una de sus mejores
películas, convertida hoy en un clásico de la filmografía hispana.
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Relato sobre el caso de la última mujer ejecutada por medio del garrote vil en España (1954) en este enlace.
2 comentarios:
Acabo de encontrar este maravilloso blog y aquí me quedo, ni que sea para leer :) Por cierto acertada crítica de todo lo que supuso Berlanga para España, o lo que debería suponer más bien.
Muchas gracias por sus aleccionadoras palabras. Bienvenido siempre.
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