Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me
salvo yo
El justo medio aristotélico
Pese a algunos detalles que
quizás hoy no convenzan a los cinéfilos contemporáneos, tales como la
sobreactuación de algunos actores –si no te todos-, justificada porque en
aquella época los actores venían directamente del teatro y aún no existía “el
método” (de actuación) de Lee
Strasberg, o la súbita conversión de Freder, que de ser un “hijo de papá”
(u hombre-masa)
cambia, con agustiniana rapidez, a ser hermano de los proletarios, Metrópolis
es una obra maestra del séptimo arte. Desde el punto de vista meramente
cinematográfico constituyó un hito en la filmografía mundial, una monumental
puesta en escena y un desafío en lo que refiere a los efectos especiales. Muy cuidada
desde el aspecto fílmico por su director Fritz Lang, también es
poseedora de un argumento de primera, escrito por su esposa Thea von Harbou. Ha sido
una de las pocas películas incluidas en el Programa Memoria del Mundo (Memory of the World Programme) de la UNESCO,
por lo que constituye Patrimonio Cultural de la Humanidad (ver reseña en el portal de la UNESCO).
La historia narra la
sublevación (auto aniquilante) de los obreros ante un patrono despótico,
director de la ciudad, y finalmente una conciliación basada en la premisa del
film: el mediador entre el cerebro y las manos es el corazón. Vale decir: el
mediador entre la mente y la fuerza es el sentimiento. El mediador es el hijo (Freder)
del patrono (Frederson), que se anexó al proletariado a raíz de su
enamoramiento con la joven dirigente María, la cual desde un podio cristiano
(lleno de cruces, cual altar), dirigía reflexiones a la masa proletaria, y les instaba
a esperar al mediador entre ellos (las manos, la fuerza laboral) y el patrono (el
intelecto, el capital) en lugar de desesperar en sus demandas. Este argumento
no es complejo en lo que refiere a su enunciado en sí, pero lo es la diégesis
del film.
Esta cinta está plagada de
símbolos y alegorías, muchas de éstas últimas de carácter religioso, específicamente
cristiano. Es así como figuran escenas inspiradas en el Becerro de oro: la
adoración del mal; María predicando en un seudo altar (un podio lleno de
cruces) con una estrella de cinco puntas de fondo; las catacumbas donde vive el
proletariado y el lumpen,
alusión directa a las catacumbas romanas de los inicios del cristianismo, por
mencionar algunas alegorías inscritas en la muy cuidada escenografía del film. También
se hace uso del engaño al estilo del caballo de Troya: el patrono Frederic,
para incitar a los trabajadores, les envía un androide (con forma idéntica a la
de su líder María), el cual los instiga a la sublevación. Este robot antes ya había despertado
los apetitos de la burguesía (hombres-masa),
y les había hecho caer –aún más- en la vanalidad y la apatía. Un elemento
destacado es el reloj de 10 horas, duración de la jornada laboral, cuyas
campanadas señalan el cambio de turno de los trabajadores, que acuden como un
ejército de borregos al matadero. Más alegorías y símbolos, muchos
subliminales, están insertados en esta excelente película, cuya temática es
política, o socio-política.
Un tema importante que presenta
este filme es la presencia de la tecnología, o la máquina, que desde los
inicios de la revolución industrial ha sido el fantasma que ensombrece el
trabajo del obrero, siempre con la amenaza de sustituirlo. Hay aspectos morales
que la película toca, de manera explícita o de manera implícita, pero el quid
del argumento de Metrópolis es
que toca diversas aristas del problema social básico: explotados y
explotadores, por decirlo una manera un tanto marxista.
Pirámide del sistema
capitalista
Pasando por macabras
situaciones como que el patrono instiga a los obreros a la sublevación, a
través del androide, aunque en ello se ponga en riesgo la integridad
tecnológica de la ciudad y la vida de las personas, con el objeto de justificar
más represión a posteriori; o el descuido de los obreros que, en medio de la jácara
con la que celebran la destrucción del núcleo tecnológico de la ciudad, han
dejado sus hijos a su suerte mientras la ciudad se inunda y se desmorona, y ni
siquiera se han dado cuenta de que esa destrucción también los afecta a ellos; y
por boicoteo, espionaje, chantaje, y otras perlas de la conducta humana, el
aspecto medular del filme es la diferencia entre las napas antes mencionadas, y
la búsqueda de una solución al ancestral conflicto. La clave está en la frase de
cierre de la película, cuyo análisis puede ser útil para la comprensión de ésta.
No se puede pasar por alto
algunas imprecisiones (por llamarlas de alguna manera) sobre la frase en
cuestión: el mediador entre el cerebro y las manos es el corazón. El cerebro,
personificado en la película por el patrono déspota, no es necesariamente la
razón, ni el cerebro. Podría ser el capital, o el poder, o el poderoso, más que
el cerebro o la razón o la inteligencia. Ciertamente para ser un empresario de
alto calibre hay que tener inteligencia para los negocios (que no para otra
cosa), pero esa inteligencia no necesariamente es útil para mediar con el
proletariado. Justamente se necesita un mediador que el patrono no posee. Dicho
de manera frontal: todos conocemos gente que tiene mucho dinero, pero que es
tan pobre que solo tiene dinero. En algunos casos es simplemente inexplicable
como tienen tanto dinero con tan poco cociente intelectual. En segundo término,
las manos constituyen solamente la fuerza laboral, pero ¿carente de cerebro? El
tomar decisiones irracionales, como la destrucción de la tecnología de soporte
de la ciudad, descuidando sus hijos y el hecho mismo de que esa destrucción los
afecta a ellos, es un indicio de que no utilizaron la racionalidad que se
supone tendrían. La maleabilidad de sus ánimos entre dos extremos
diametralmente opuestos (esperar al mediador en paz, o destruir para ser
escuchados), llevada a cabo por la misma persona (María, robot o real, pero de
igual aspecto), desdice de esa clase obrera como pensante. Esta curiosa
reacción todavía persiste hoy, incluso en sociedades que se suponen
medianamente pensantes. Finalmente, lo que la frase menciona como el corazón, ¿no
será, mas bien, la razón que le falta a ambas partes, el patrono y los obreros?
A la luz de estas imprecisiones, y dejándolas de lado, el meollo del asunto es
la conciliación entre las napas sociales antes mencionadas.
La importancia de este tema era
vital en la Alemania de la época, víctima (justa o injustamente) del tratado de
Versalles, lo que tenía al pueblo alemán con la autoestima y la motivación notablemente
disminuidas. No es de extrañar que Thea
von Harbou, a medio camino entre el capitalismo y el socialismo,
posteriormente se uniera al movimiento nacionalsocialista, el cual, en sus
comienzos, realizó importantes cambios en las direcciones correctas, pero que
luego devino en uno de los regímenes más monstruosos de la Historia.
Es de antiquísima data este
problema. La película, en vez de dejar la solución de éste al espectador, con
un final abierto, plantea una reconciliación amistosa. Se suponía que de esa
manera se coadyuvaba al rescate del ánimo del pueblo alemán. Las soluciones comunistas que se han
ensayado han resultado un fiasco total, genocidio incluido. El capitalismo voraz e
impersonal también causa estragos en las relaciones sociales, y perjuicio en
las capas inferiores, hambrunas incluidas. Todavía las sociedades están
buscando una solución a este viejo problema, con ojiva de injusticia, cada una
de acuerdo a sus características particulares. Una sociedad cohesionada
mediante un sistema democrático,
donde las leyes del libre mercado sean susceptibles de ser reguladas para
evitar su perniciosa desviación, y un Estado comprometido con la mejora
sustancial de las condiciones de vida de los habitantes, un capitalismo con marcado
compromiso social, parece ser una solución viable, y es la que han adoptado
ciertos países.
Una premisa fundamental para que una sociedad sea exitosa, tanto
en la ideología comunitarista
como en la liberalista,
consiste en que las diferencias entre “los de abajo” y “los de arriba” sea la
menor posible. No podemos pretender que sea cero, eso no solo es utópico,
simplemente no es real. Todos somos distintos, y tenemos habilidades distintas.
Una solución necesariamente debe considerar los intereses de las diversas partes,
lo que la haría estar en el justo medio aristotélico. Muy
probablemente se obtenga luego de la respectiva deliberación entre
las partes, dentro de un marco similar al de la democracia
deliberativa que plantea Jürgen
Habermas. Una sociedad ideal está siendo dibujada por Jacque Fresco: el Proyecto Venus, en la que el trabajo
será realizado por máquinas, sin patronos, y el sistema de gobierno dirigido
por tecnología informática, para evitar la contaminación del Hombre. Una sociedad
tan eficiente energéticamente que los individuos se dedicarán cada uno a lo que
quiera dedicarse, pues tendrán todos los problemas básicos ya resueltos sin
trabajar ex profeso para ello (educación, salud, alimentación, servicios) y
suficiente tiempo para hacer lo que cada uno siempre ha querido hacer.
Metrópolis es, repito, una obra
maestra del cinema universal, de la que cualquier comentario queda corto. Solo me resta por decir que no está exenta de poesía en su hilo narrativo, cosa que atrapa al espectador de principio a fin.
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