Imagen del póster en IMDb.
¿Puedo tener mi código moral o debo amoldarlo al de la mayoría?
Luis (Federico Luppi) es un pintor de brocha gorda; vive con su esposa Olga (Haydeé Padilla) y tres hijos en un barrio pobre de la ciudad. La hija mayor está embarazada y vive en un anexo de la casa, junto a su pareja. Las casas de la calle no tienen agua corriente y se surten de pozos, en el mejor de los casos. Un día instalan las tuberías para las casas de un lado de la calle, correspondientes a una municipalidad, pero a las que están enfrente no les corresponde porque es área de otro municipio. El contratista (Rodolfo Ranni) conviene instalarles el agua a estas siete casas pero a cambio de un pago de 500 pesos cada una; una pequeña fortuna. Hay que aclarar que es una operación ilegal (una coima o soborno, un robo).
Sus amigos lo dejan solo, ni siquiera jugan con él
a las bochas. Incluso su más allegado, el simple
Vicente (Julio de Grazia).
Todos acceden al «arreglo» convenido menos Luis, quien se resiste por principios, por su código moral inamovible. Esto le crea problemas con sus vecinos, pero también con su propia familia, que no acepta semejante rigidez ética, no la ve conveniente porque los aleja de un cambio para bien en su calidad de vida al que todos sus vecinos accederán. Cuando Luis consiente en instalar el agua con el contratista, ya que la hija ha parido gemelos y es un servicio casi imprescindible, tiene desavenencias con el contratista porque este le cobrará el doble por diversos motivos, uno de ellos es «la lección»; finaliza el diálogo cuando le dice a Luis que todos somos unos hijos de puta y se van a las manos.
La película desde el punto de vista técnico tiene algunos defectos (por ejemplo, se ve el micrófono en alguna escena o algunas actuaciones no son convincentes); pero está respaldada por una buena actuación de Luppi y de algunos otros actores y un buen tema, muy bueno. Se pueden escribir libros sobre él. Se han escrito libros sobre él.
Los vecinos hacen uso intensivo del agua cuando se
la instalan. La familia de Luis observa con dolorosa
envidia, pues tienen la bomba dañada.
Es un tópico común que si fulano puede hacerlo, también tú puedes hacerlo. Llevado al extremo, si fulano mata, también tú puedes matar. Y sí, también puedes matar. ¿Hasta qué punto es válido para un individuo que su código moral converja con el de la tribu, con el del grupo al que pertenece, si no son idénticos? El caso que plantea Fernando Ayala en su película, de la que son guionistas Roberto Cossa y Carlos Somigliana, no está en el límite del homicidio, ni siquiera del robo, sino de algo pueril: obtener el acceso al servicio público de agua corriente.
Luis no soporta la prepotencia y el insulto del
contratista y lo golpea.
El terco Luis da su brazo a torcer pero a destiempo; y el contratista pretende cobrarle el doble, lo insulta y se golpean. Luego el contratista lo acusa con la policía, pero Luis ya tenía el pozo hecho con sus propias manos. La película concluye dándole la razón a Luis, reforzando el código moral que está del lado de la rectitud, de la honestidad. En tal sentido, es una película moralizadora, que pretende inculcar valores en la población; esto es encomiable. Eso, ya lo sabemos, nunca ha calado en las sociedades sudamericanas; ni siquiera en muchas europeas y asiáticas; con independencia de quién esté gobernando (que si izquierda, derecha o centro). La gente suele ahormar su código moral, su conducta, con el del rebaño(1). Si la mayoría no estuviese de acuerdo, los restantes se sumarían al desacuerdo; pero solo Luis fue consistente en contra del ilícito. Hasta su familia lo dejó solo.
Dos incisivas frases que dice la hija embarazada a lo largo del filme, que llaman a reflexión:
—Mira qué bien vivimos gracias a la decencia de papá. Le dice a su madre porque Olga comentó que él es muy decente y que eso a ella le place.
—¿Somos inmorales porque queremos estar mejor? Esta se la dice a Luis.
Mucho más se podría escribir sobre este interesantísimo tema; uno de los pilares que —al desplomarse— mantiene en el piso a Latinoamérica (ver el triste caso de Venezuela, que navega errante en el océano de la anomia) y a muchos otros países... aunque usted no lo crea.
Imagen del póster en Filmaffinity.
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The deal; El arreglo.
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(1) Huelga decir que en los regímenes totalitarios sí hay homogeneidad de criterio, no por la formación cívica de los ciudadanos (que no los hay propiamente dichos), sino por el castigo desproporcional que supone la violación de una norma obligatoria, corresponda esta con lo que desea el rebaño o no; pero sí corresponde con el deseo del déspota que gobierna.
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Artículo en Wikipedia:
Reseña en Wikipedia en inglés:
Ficha en IMDb: https://www.imdb.com/title/tt0085181
Ficha en Filmaffinity: https://www.filmaffinity.com/es/film268980.html
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