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Este blog no es de crítica especializada ni académica, solo de comentarios «al dente» de un espectador común.

Advertencia: destripe.

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27 diciembre 2009

Avatar - James Cameron (2009)



La transculturación interplanetaria


El exitoso cineasta canadiense James Cameron (Terminator I y II, Titanic, El secreto del abismo, Mentiras verdaderas, entre otras) ha sido el escritor, productor y director de este su más reciente y costoso film. Avatar, en el marco hinduista, significa algo así como “encarnación” de una deidad, su descenso al mundo mortal. Precisamente eso es lo que hace el protagonista para contactar con el mundo exterior, que le está vedado a su cuerpo humano por las condiciones ambientales del satélite Pandora, donde se desarrolla la acción. El soldado Jake, cual caballo de Troya, se camufla en el campo enemigo con un objetivo militar pero, gracias al amor y a la transculturación, se integra a la sociedad en la que se infiltró, tal como le ocurrió al teniente Dunbar, de Danza con lobos. Esta incursión sucede en forma similar a la de Eno en Matrix: desde el mundo real, a través de una alquimia de alta tecnología, el personaje transita bidireccionalmente de un mundo real hacia otro mundo que se puede considerar también real. La diferencia entre ambas realidades es prácticamente inexistente.

Colonización, transculturización, crisis de identidad, justicia y derechos de los seres vivos (por no poder llamarlos “derechos humanos”), bioética, son temas expuestos en esta película digital, ganadora ya de varios premios y nominada para muchos otros. Una vez más, la ciencia-ficción nos presenta la violencia de la colonización, aunque en esta ocasión nosotros somos los colonizadores. Las sospechas del físico Stephen Hawking nuevamente en la pantalla: no podemos pensar que unos extraterrestres de nivel superior vengan a visitarnos amistosamente, a enseñarnos tecnología, a contestar las interrogantes que tenemos en relación con el cosmos; bien podrían venir a colonizarnos de forma violenta, tal como hemos hecho nosotros aquí en la Tierra entre nosotros mismos. No es la primicia en cine, pues hay una larga lista de películas que lo han planteado previamente (Día de independencia y La guerra de los mundos son dos ejemplos recientes). La colonización violenta hoy la vemos como cualquier otra actividad violenta: con repulsión, respuesta por la que también toma partido Avatar. La transculturación, en cambio, es una oportunidad de enriquecimiento en la mayoría de los casos. La integración del intruso en la cultura que lo circunda se evidencia en la emigración, cuando el emigrante logra identificarse con la esencia de la cultura huésped, pero en nuestros personajes se acentúa por la fuerza de un lazo aún mayor: el amor. En ambos casos, los protagonistas (el teniente Dunbar y el soldado Jake) logran deslastrarse de la parcialidad que tenían al comienzo de sus misiones, de manera que pueden juzgar mejor los acontecimientos y sentir la injusticia que se perpetra. Si bien no podemos pretender que todos amemos a todos los demás, tampoco se puede pensar que la injusticia, el irrespeto por los derechos del otro (siendo aquí el “otro” cualquier organismo vivo), el ventajismo por superioridad de fuerza o de intelecto, se puedan erradicar con actos hostiles sino todo lo contrario. Ese parece ser el mensaje subyacente de esta cinta.

No hay que pasar por alto otro mensaje importante y muy pertinente: el relativo a la bioética. El voraz colonizador impasiblemente destruye todo a su paso para conseguir el trofeo producto de la aniquilación de una exótica biosfera conectada de manera sináptica, al mejor estilo de Gaia. La irracionalidad llevada al extremo, actitud también vituperada por Avatar. Muy relevante esta triste reflexión, máxime cuando recientemente ha fracasado -una vez más- la crucial reunión sobre el impacto ambiental en Copenhague.

Técnicamente es una película innovadora, que empleó medios novedosos para el rodaje: realizada en versiones 2D (desafortunadamente la proyectada aquí) y 3D (IMAX 3D, que imagino debe ser soberbia). Empleó unos 8 actores humanos para generar los homólogos digitales de los roles principales, siendo los demás aborígenes de Pandora generados por computadora, así como todos los exteriores. La técnica para la versión en 3D fue la denominada Reality Camera System (Sistema de cámara real) que consiste en el uso de 2 cámaras de alta definición ligeramente separadas, funcionando sincrónicamente en una misma ubicación, a objeto de generar la profundidad de campo real en 3D, tal como vemos los humanos.

Podemos discrepar o no del crítico Roger Ebert en cuanto a calificarla de “extraordinaria” pero, en cualquier caso, es un film de gran belleza formal, técnicamente impecable e innovador, y un entretenido espectáculo cinematográfico con moraleja incluida. No deje de verla.


1 comentario:

Terror netflix dijo...

¡Excelente post!

Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

Las 10 + proyectadas