O la relación
perder-perder
Sobre el divorcio y las
relaciones matrimoniales tensas se han hecho infinidad de películas. El divorcio,
que lo podemos considerar como una relación perder-perder (en lugar de la conveniente
ganar-ganar), no es más que un estrepitoso fracaso de un bello proyecto que no
se dio. Debemos entender que es así, a pesar de que se empleen palabras bonitas
con las que actualmente se le adornan: que si es una experiencia, que si esto o
aquello. No, es un fracaso, del que –quizás- se pueda aprender algo, como de
otros fracasos.
Kramer vs. Kramer
constituye la producción más relevante de Robert Benton ¡Pero qué
película! La actuación de la pareja que conforman los extraordinarios actores Dustin Hoffman y Meryl Streep es vital para
el desarrollo de esta triste historia. Tan es así que ganaron el Óscar
como mejor actor y mejor actriz de reparto en su edición de 1979. Meryl Streep recién se recuperaba
de la pérdida de su pareja, por el fallecimiento de John Cazale el año
anterior, y Dustin Hoffman se
divorciaría el año siguiente al del rodaje de la película; por lo que podemos
inferir que su matrimonio a la fecha del rodaje no estaría del todo bien. Son coincidencias,
pero no dejan de hacer pensar a uno qué tanto puede un actor separar
efectivamente sus emociones personales con las del personaje. Se asemeja a la
siempre debatida duda sobre qué tanto puede el filósofo execrar las pasiones
irracionales cuando reflexiona, para que su pensamiento sea racional puro. Como
quiera que sea, ellos dos son actores de tanto talento que, aunque estuviesen
en su mejor momento matrimonial, igual hubieran hecho grandes roles en este
film. La actuación del pequeño (para entonces) niño Justin Henry también es sumamente
meritoria, y seguramente ha sido causante de más de un llanto. La película sin
la carga dramática que le imprimen estos actores no hubiese sido igual.
Justamente es la carga dramática
que la distingue de otras historias de divorcio. El padre lidiando con su hijo
y con las vicisitudes que les depara el día a día real de la compleja y
dinámica sociedad actual, lejos del mojigato humor que muchas veces emerge a
destiempo en muchas películas norteamericanas, le dan ese toque especial que la
hacen acercarse a la vida real de manera sorprendente. Es un drama de pies a
cabeza. La incapacidad de los hombres para ejercer el rol de madres; la
tristeza y confusión del niño y su bajo rendimiento escolar; las horrendas peleas
legales por la guardia y custodia; las frustraciones de él por la pérdida del
trabajo, las de ella por la pérdida de su propia identidad durante el ejercicio
de esposa y madre, de su alienación como mujer; las caras largas; la destrucción del núcleo familiar. Todo ello, y
más, está perfectamente reflejado en este filme que iguala la realidad, que no
se dejó rebasar por ella. Eso es lo que lo hace espeluznantemente bueno: que
iguala la horrible realidad del divorcio.
Y si de divorcio hablamos,
también podríamos hablar del matrimonio. ¿Es la institución matrimonial obsoleta?,
¿qué es lo que ocurre que casi la mitad de las parejas se divorcian?, ¿está en
nuestra naturaleza el rechazo a cualquier dispositivo que nos coarte la libertad,
esa misma libertad que el matrimonio afecta?, ¿somos monógamos por naturaleza o
por condicionamiento? Preguntas similares plantea Kubrick en Con los ojos bien cerrados.
El matrimonio es una institución
creada por el Hombre, quien ha creado muchas cosas que le superan, y las cuales
no puede alcanzar. El matrimonio es una institución creada por Dios, y el
Hombre debe obedecer. Dos concepciones, dos respuestas.
Kramer vs. Kramer es quizás la
mejor película que se ha hecho en relación con esa faceta desagradable del
divorcio. Es una película extraordinaria, que nos pone a reflexionar y que nos sorprende
por su dramatismo tan real. La memorable actuación de D. Hoffman es una de las
mejores de su carrera, si no la mejor.
1 comentario:
Excelente película.
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