Bienvenid@

Bienvenid@
Este blog no es de crítica especializada ni académica, solo de comentarios «al dente» de un espectador común.

Advertencia: destripe.

Algunos comentarios hacen referencia a momentos claves del argumento o al desenlace de este (destripe, spoilers).

28 agosto 2020

El hoyo - Galder Gaztelu-Urrutia (2019)


Imagen del afiche en IMDb.

El agujero donde se haya la solidaridad de los humanos.


En un mundo distópico, en una estructura supuestamente carcelaria hay 333 niveles y en cada nivel hay dos personas. En el centro de cada celda hay un agujero por el que se desplaza una plataforma con la comida para todos ellos. Tienen dos minutos para comer y no pueden retener nada de lo que hay en la mesa de comida porque morirían de frío o de calor. Cada mes las personas cambian de nivel, manteniendo sus parejas (si siguen con vida). Los niveles superiores tienen la comida garantizada (el 0 es el superior, donde se sirve la comida en la plataforma, y el 333 es el último), pero a los niveles inferiores llega la plataforma con los platos y bandejas muy limpios, lamidos, sin rastro de comida porque la gente de los niveles superiores ha acabado con ella. En los niveles de abajo se observa, incluso, canibalismo.

Goreng entra en ese sitio por voluntad propia para canjear su estadía de seis meses por un título homologado (¿ironía?). Conoce algunos datos de la normativa del lugar por boca de su compañero de celda, Trimagasi. La funcionaria que le llenó la solicitud de ingreso, Imoguiri, también es compañera de celda después que Trimagasi es ejecutado por Miharu, la prisionera que busca a su hija. Cada reo puede ingresar con un único objeto. Goreng lleva consigo el libro Don Quijote (personaje que él emulará al final). Otros llevan un arma o una mascota, como es el caso de Imoguiri, que lleva a su perro salchicha. En un sitio en el que la escasez de comida es la norma, el can, obviamente, pasa a mejor vida. Al final, Goreng, junto a un preso de color, emprende una cruzada para concienciar a la gente a que haga ayuno o consuma lo mínimo, a objeto de que le llegue la comida a los de los niveles inferiores. La palabra sola no es suficiente y se ven obligados a hacer que la letra entre con sangre. Solo el lenguaje de la amenaza y la violencia física es entendido por los que ahí habitan. La solidaridad hay que exigirla con un sable y, en el camino, eliminan a algunos que ofrecen resistencia. Logra enviar un mensaje a «la administración» cuando ya está muerto, antes de irse con el fantasma de Trimagasi, que lo intercepta en el nivel que está debajo del 333.


Los cambios nunca se producen de manera espontánea.


Este el lema del filme. El cambio que pretende Goreng es el de la actitud de los habitantes de El hoyo de tal manera de lograr que nazca la solidaridad entre sí. Los que están arriba se comportan como bestias y malbaratan la comida, no llegándole a los estratos inferiores. Ese cambio de actitud, sin embargo, la impone con la espada, no logra imponerla con el verbo. En un caso de extrema necesidad como la que embarga a los presos de este siniestro lugar, cada quien velaría por sus más íntimos deseos sin importarle los demás. Sin duda, es ley de sobrevivencia. Y no tiene nada que ver con ideologías políticas, tiene que ver con la naturaleza, la condición y el comportamiento humanos.

Que no se engañe el espectador o el crítico que señale que es el esquema capitalista o de derecha el que ocasiona eso, pues las personas cambian de nivel de forma aleatoria cada mes. Algunos que están abajo suben y viceversa. No puede nadie argumentar que los de abajo son más nobles, pues una vez que suben son tan bestias como los que estaban antes arriba. De manera que no se trata de una parodia del sistema capitalista. Esta degradación que abarca a todos los reos pareciera una condición inmanente de la naturaleza humana; ni siquiera de la condición humana o del comportamiento humano, mas de la naturaleza. En cuanto a ideología asociada a este experimento, es el sistema socialista-comunista el que es mucho más propenso a generar esta degradación. Prueba patente la tenemos en Venezuela, otrora tierra con relativa solidaridad entre la gente, hoy es una zona de guerra entre predadores y rapiñas. El nuevo hombre de la revolución es un ser asqueroso, repulsivo y sin ningún tipo de condicionamiento social ni precepto moral que le impida hacer cualquier acto que le venga en gana, incluso siniestro, macabro, asesino.


Imagen del póster en Filmaffinity.

La película está bien hecha, es una buena película; sin embargo, hay ocasiones en que la monotonía del entorno y de las escenas puede llegar a aburrir a más de uno. El final no está resuelto de manera solvente, no convence al espectador exigente, es un poco al uso del cine comercial. Algunas cosas quizás debieron estar mejor explicadas: parece que no entraban solo delincuentes, pues tanto Goreng como Imoguiri entraron por su propia voluntad. ¿Quién en sus cabales entraría por voluntad propia en un infierno así? Eso no está bien explicado. Tampoco está bien explicado el que no haya equidad en la rotación de las celdas (era aleatorio, de manera que podían tocar dos celdas en niveles bajos en meses consecutivos a los mismos reclusos). Bueno, otras cosas podrían estar mejor explicadas. Algunas escenas excesivamente sangrientas y escatológicas pudieron evitarse; las de canibalismo duro y puro también. El planteamiento es muy interesante pero no ahondó lo suficiente como para hacer una película de corte crítico en relación al tema planteado (la naturaleza humana, que no es fácil); no profundizó, prefirió irse por el camino del tremendismo y la truculencia.




25 agosto 2020

El cuchillo en el agua - Roman Polanski (1962)


Imagen del póster en IMDb.

La ridicula rivalidad de dos machos alfa.


Krystyna (Jolanta Umecka) y su esposo Andrzej (Leon Niemczyk), que es periodista, viajan en su automóvil al lago donde tomarán un velero que es de su propiedad. Es domingo, y en el camino se tropiezan con un chico autoestopista que se atraviesa en la carretera. Andrzej decide llevarlo con ellos. En el muelle, lo invita a navegar en el velero, después de pedirle algunos favores relacionados con el zarpado de la nave. Al inicio, Andrzej se burla del chico con sutileza, pero poco a poco se van tornando agrias las frases con las que se dirige al muchacho. El chico también responde, en la limitada medida que su falta de experiencia le permite. Le fastidia que Andrzej le ordene y le fastidia tener que hacer cosas, pues no era su intención ir en ningún barco, menos trabajar; solo quería vagar. 


Andrzej y el joven, los machos alfa pavoneándose 
uno ante el otro. Imagen tomada de IMDb.


Entre Krystyna y el chico hay cierta chispa, cierta tensión sexual, que también va creciendo a medida que pasa el tiempo. La mañana del segundo día (lunes) en uno de esos juegos de macho alfa, se cae el cuchillo del muchacho al agua y luego cae el chico, que había dicho que no sabía nadar. Se esconde en una boya. Andrzej y Krystyna discuten, ella lo llama asesino y salen a relucir viejos resentimientos de la pareja. Él se va a nado y ella queda en el bote. Al rato llega el chico; ella le da ropa seca y se besan. Antes de llegar al muelle, él se apea del velero en unos troncos que flotan en el lago. Al llegar al muelle, Krystyna le cuenta al marido la historia, pero él no le cree. Este filme también se tituló El cuchillo bajo el agua y Un cuchillo en el agua (Knife in the water en inglés y Nóż w wodzie) en polaco).


Krystyna en cubierta. El velero se llama Christine.
Imagen tomada de IMDb.


Este es el primer largometraje de Román Polanski; recibió el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1964; lo que constituye un debut espectacular en el mundo del cine. Un buen guion (en el que participó Polanski), buenas actuaciones, excelentes fotografía y ambientación y una música muy adecuada, son los ingredientes de primera calidad que tiene. Bueno, y la dirección, claro. Polanski, que después destacaría como director en varios géneros (incluidos el suspense y el terror), dosifica la tensión in crescendo con maestría; pues, desde el conocimiento del título, ya el espectador sabe que va a pasar algo con un cuchillo y en el agua y, a pesar de ello, la tensión y el suspense se mantienen. 


Al regresar al bote, el chico ve a Krystyna desnuda.
Imagen tomada de IMDb.


Llama la atención que se haya desarrollado una rivalidad artificial entre los dos hombres, que aparenta ser para ganar la simpatía de la hembra de la manada; máxime cuando uno de ellos no solo es adulto, sino que es el esposo de la mujer. La inmadurez patente de ambos (que la joven mujer advierte) es la que ocasionó lo que pudo llegar a ser una tragedia, un homicidio. Y todo comenzó por un percance casi insignificante: el chico se atravesó de súbito en la carretera y obligó a frenar bruscamente a Andrzej. A partir de ese momento, el hombre no dejó escapar oportunidad alguna para burlarse y tratar con la máxima humillación posible al muchacho; llegando a enfadarlo en varias ocasiones. Lo que tantas veces ocurre: que el pathos no es controlado por el logos. Y esto ocurre más en el macho de la especie que en la hembra. Excelente película.


Imagen del póster en Filmaffinity.


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Reseña en Wikipedia:


21 agosto 2020

Buñuel en el laberinto de las tortugas - Salvador Simó (2018)


Imagen del póster en IMDb.

El cine visto por el cine.


Esta excelente película animada nos cuenta cómo pudo haber sido el rodaje de Las Hurdes, tierra sin pan, el documental que sobre la pobre región extremeña realizara Luis Buñuel en 1933; desde un poco antes de su realización, pasando por el fracaso de La edad de oro y por el encuentro con su amigo Ramón Acín. Ramón compró un billete de lotería y le ofreció pagar el rodaje de la película si ganaba. Ganó y, en lo que se puede considerar como el máximum del honrar la palabra empeñada, costeó los gastos del rodaje del documental de su amigo aragonés.

Ignoro si el rodaje fue tal como lo muestra esta cinta; pudo haber sido algo así, puede ser que tenga algunas suposiciones y ficciones; pero eso no es lo importante. Lo más destacado es que muestra la evolución de los personajes, específicamente de Buñuel y de Acín, a lo largo de la manufactura de la película en un entorno de extrema pobreza y muerte. Una evolución tanto de su amistad y camaradería (que incluye algunas desavenencias naturales) como de lo interior de cada uno. El entorno los estremeció más allá de dónde ellos habrían pensado que podría hacerlo. El encarar de frente a una situación social indignante e inhumana les tocó en lo más íntimo de su alma, los transformó. Si desde siempre Buñuel había puesto el hecho social como elemento importante en sus filmes, con esta experiencia se acentuó ese requerimiento, que no abandonará en ninguna de sus cintas ulteriores. Esta película (Las Hurdes) que podríamos considerar «menor» en la filmografía de Buñuel, se nos antoja pensar que fue decisiva en su carrera. Este filme nos permite aseverar eso, pese a que —quizás— tenga elementos de ficción.

La producción está muy bien hecha; incluso presenta escenas oníricas, surrealistas (en las que se hacen explícitas alusiones a Salvador Dalí), que le dan el toque buñueliano por excelencia. Muy atinada la inclusión de dichas escenas, así como algunas escenas correspondientes a la película original, Las Hurdes, tierra sin pan. Sin pan, sin agua, sin vida.


Imagen del póster en Filmaffinity.


En el título, «el laberinto de las tortugas» hace alusión a los techos del pueblo donde rodaron, que desde lejos parecían la caparazón de una tortuga, según lo que dice uno de los personajes del filme. La palabra laberinto podría hacer referencia al hecho de que Buñuel no conocía con anticipación las posibilidades cinematográficas de un entorno que lo impactó (quizás lo desubicó); lo que ocasionó cierta improvisación durante el rodaje (por demás, muy común en la realización de documentales). Así, por ejemplo, las cabras las mató para hacerlas caer por el acantilado; la escena del burro que se lo comían las abejas también fue deliberada. El entierro del bebé parece haber sido disimulado (ficción), vista la imposibilidad de rodar el entierro de la niña enferma que murió en la calle y que la sepultaron en otro pueblo porque en ese no había camposanto. Esto fue para hacer más dramático (o trágico) lo que ya de por sí era dramático.

Muy buena película; nos acerca a un Buñuel que se sorprendió con una realidad de miseria que superó por mucho lo que él había anticipado, ni siquiera en sus más surrealistas visiones; pero que era una realidad que él quería cambiar. Hizo lo que mejor pudo hacer: un registro fílmico de la triste realidad de esas gentes. Incluso, años después, devolvió a las hijas de Acín el dinero que le había dado su padre para la ejecución del documental. De nuevo, la palabra empeñada se vistió de honra.


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18 agosto 2020

Cuentos de la luna pálida - Kenji Mizoguchi (1953)


Imagen del póster en IMDb.

Profético mensaje de Mizoguchi.


Japón feudal, siglo XVI, época turbulenta por la guerra civil. El país es atravesado por hordas que saquean, violan, arrasan todo a su paso. Es primavera. En un tranquilo poblado de la provincia de Ōmi, a orillas del lago Biwa, vive Genjūrō de Kitaugumi (Masayuki Mori), diestro ceramista, con su mujer Miyagi (Kinuyo Tanaka) y su hijo Genichi. Vecinos de ellos son Tōbei de Nakanogo (Eitaro Ozawa), obsesionado por llegar a ser samurái, y su mujer, Ohama (Mitsuko Mito). Genjuro y Tobei viajan a Nagahama a vender las cerámicas y traen buen dinero. Genjuro le obsequia un glamoroso kimono a su esposa que compró en la ciudad. Él, que codicia riquezas, prepara otro lote de cerámicas con Tobei; pero la amenaza de bandidos que se cierne sobre la aldea los obliga a llevarla a otra ciudad empleando una barca en la que abordan los cinco. Se cruzan con otra embarcación en la que navega un hombre herido que les advierte de los peligros en el río. Dejan a Miyagi y el niño en la ribera (pensando que así estarán más seguros) y los otros tres siguen hasta la ciudad de Omizo. Pero Miyagi es asesinada por un bandido cuando la asaltan para quitarle la comida.


Genjuro le muestra a su esposa el dinero que 
ha traído de la ciudad por la venta de sus cerámicas.
Imagen tomada de IMDb.


Por el brumoso río, en la barca. Una de las más hermosas
escenas del cine. Imagen tomada de IMDb.


En la ciudad, Genjuro vende bien sus cerámicas. Una de sus clientes es una elegante dama, Lady Wakasa (la hermosa Machiko Kyō), que va al mercado acompañada de su nodriza. Le piden que lleve la compra a la casa Kutsuki. Él lleva la mercadería y ellas le invitan a ingresar en la fastuosa casa, que fue de Kutsuki Zaemon, gran ceramista, padre de Lady Wakasa. La joven alaga a Genjuro por la calidad de su trabajo. Pero no es por eso que lo han invitado. Lo ha elegido a él como esposo. Genjuro no puede rechazar, claudica ante la apabullante belleza de Wakasa y se queda a vivir con ella; hasta un día en que un adivino le abre los ojos.


La hermosa Lady Wakasa.
¿Quién se podría negar a sus encantos?
Imagen tomada de IMDb.


La muy japonesa casa Kutsuki.
Imagen tomada de IMDb.


Mientras tanto, Tobei, con el dinero ganado por haber ayudado a Genjuro, ha huido para buscar la manera de convertirse en samurái. Compra una lanza y una destartalada armadura. En sus andanzas, es testigo de que un samurái ha decapitado a otro, entonces lo mata y le quita la bolsa con la cabeza del ajusticiado; la lleva al jefe del bando contrario al del fallecido y se adjudica la acción. Es premiado con un caballo, una armadura y hombres a su cargo. Ahora es un samurái del ejército Niwa. En un pueblo entran a una casa de tolerancia en la que tropieza con su mujer, Ohama, que no le ha quedado más remedio que prostituirse para sobrevivir, pues él la dejó desamparada; se reconcilian y regresan a su aldea.


Miyagi y su hijo.
Imagen tomada de IMDb.


A Genjuro no le fue mejor, lo que parecía un paraíso terrenal no era tal cosa. Regresa a su pueblo derrotado y en casa consigue a su esposa, Miyagi (sí, la que habían matado), y a su hijo Genishi. 


Genjuro toma un baño con Wakasa.
Imagen tomada de IMDb.


Conocida en inglés como UgetsuUgetsu monogatariTales of Ugetsu, o Tales of a pale and mysterious moon after the rainCuentos de la luna pálida o Cuentos de la luna pálida de agosto (雨月物語 en japonés) es un filme del pionero Kenji Mizoguchi basado en dos cuentos de los nueve que forman la historia homónima del escritor del siglo XVIII Ueda AkinariAsaji ga Yado (Casa en medio de los matorrales) y Jasei no In (Lujuria de la serpiente blanca). Esta película es uno de esos productos que hacen quedar muy bien parada la capacidad creativa del ser humano. La cinematografía (de Kazuo Miyagawa)(1) es asombrosa, mágica; algunas escenas trascienden el nivel cinematográfico para emplazarse en el plano de la poesía fílmica; las tomas son precisas; la música fue añadida de manera quirúrgica, con el tempo y el volumen exactos; el montaje igual. 


Lady Wakasa y su nodriza.
Imagen tomada de IMDb.


Algunos pasajes dejan al espectador sin palabras (tales como el de la barca en la bruma del río, las escenas en la casa Kutsuki o las escenas finales de Genjuro con Miyagi). Es menester verlos para apreciar toda su grandeza. Cuenta, para más, con grandes actuaciones; cuidadas ambientaciones y excelente vestuario; en el que destacan los kimonos de Wakasa. El maquillaje está a la misma altura de los demás componentes de esta exquisita película. Es uno de los mejores filmes del cine.


Tobei disfruta con sus hombres en la casa de tolerancia
antes de cruzarse con Ohama, su esposa.
Imagen tomada de IMDb.


—La guerra confunde nuestras mentes, dice Ohama. 
—Y nos roba los sueños, añade Tobei.

Ahora bien, el mensaje. El mensaje de la película no es otro que el de las historias escritas de Akinari, de manera que es un mensaje de hace dos siglos (para el momento del rodaje, hoy más, casi tres). Luego de la II Guerra Mundial, que dejó devastadas a Nagasaki y a Hiroshima y, con toda probabilidad, también a la economía japonesa, es presumible que la sociedad haya reaccionado con la consecuente escalada hacia una producción vertiginosa, que los caracterizó en los años sesenta y en las décadas sucesivas del siglo XX. Entonces, ¿vivir para trabajar o trabajar para vivir? La moraleja del cuento, y del filme, es clara: hay que manejar la codicia, la avaricia, de tal manera que no naufrague el núcleo familiar; pues el costo que se paga puede ser muy alto. Puede ser la vida. Tampoco quiere decir que hay que execrar la ambición. La reflexión que plantea la película es vigente aún hoy; más aún en la sociedad japonesa. No parece haber calado el mensaje. ¿Hemos confundido los fines con los medios?


Tobei se sorprende al ver a Ohama en la 
casa de lenocinio. Imagen tomada de IMDb.


Tobei convertido en samurái y su esposa en meretriz.
Imagen tomada de IMDb.


Antes del realismo mágico.

Dice el epígrafe con el que abre el filme: «Los misteriosos y extravagantes "Cuentos a la luz de la luna de los días de lluvia" van al corazón de los hombres y despiertan sus fantasías. Esta obra es un cuento que nace, precisamente, de esas fantasías»


El idílico jardín de Genjuro y Wakasa.
Imagen tomada de IMDb.


Este prolegómeno ya nos advierte de la extravagancia de los cuentos en los que se basa (del siglo XVIII) y de la fantasía en el filme. Sí, una suerte de «realismo mágico» antes del realismo mágico. Pedro Páramo antes de Pedro Páramo. Porque, para los efectos de la moraleja, no importa si las historias son reales o pertenecen al imaginario de alguien; no importa si hay personajes vivos o muertos. Hay personajes, que es lo importante.


Miyagi se pone a coser mientras su esposo y su hijo
duermen. Está satisfecha porque ahora su esposo 
es como ella siempre deseó. Imagen tomada de IMDb.


Otro afiche del filme.
Imagen tomada de IMDb.


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(1) Responsable de la fotografía de películas como Rashomon, Yojimbo, Kagemusha, La calle de la vergüenza, La hierba errante, etcétera.

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Reseña en Wikipedia:
Artículo en Wikipedia, inglés:
El filme parece estar en dominio público. Al momento de escribir estas notas, se puede ver en YouTube.


14 agosto 2020

Derechos del hombre - Juan Rodrigáñez (2018)


Imagen del póster de Derechos del hombre.
Tomada de IMDb.

Ejercicios para demostrar que lo mal hecho no tiene posibilidades de ser bueno.


El Museo Reina Sofía tiene cabida para la proyección de cine experimental y que rara vez es exhibido en las salas comerciales. Ejemplos de ello son el ciclo de cine de Chantal Akerman(1), a finales de 2019, o el de Margarida Cordeiro y António Reis(2), a inicios de 2018. El cine experimental, ese que está tan distante de ser comercial (o de ser exhibido en salas comerciales) como se pueda estar, tiene su oportunidad en recintos como el pequeño teatro del edificio Sabatini del Museo Reina Sofía. Es el caso de estas dos películas, un largometraje y un cortometraje, agrupadas en esta entrada, tal como lo fue su exhibición.


Derechos del hombre
75 minutos.


Un circo (el Circo Indómito) se prepara para realizar una presentación en un pequeño pueblo de Castilla. Sus artistas discuten sobre algunos de los actos que tienen previsto hacer, cantan y hacen cualquier cosa que tenga o no que ver con la próxima representación circense. Los actores improvisan y es el ejercicio de improvisación lo que constituye la película. No se cuenta nada, no hay historia, no hay guion previo ni planificación para el rodaje, nada, es la improvisación más cruda posible. Pocas escenas que recordar. Una es la escena en la que discuten sobre los alcances del arte y uno de ellos irrumpe con la idea de comprar coches usados en Alemania y traerlos para la venta; algunos entienden que el acto circense será sobre coches, o taxis, lo que ocasiona que la conversación derive hacia los terrenos del disparate gracioso. La otra es, quizás, la escena en la que cantan y bailan. Poco más hay.

El filme es un ejercicio para denotar los alcances de la improvisación actoral. Nada más. Le puede interesar a los estudiantes de actuación, para el público general es una pérdida de tiempo; por mucho que los «intelectuales» exégetas adornen la crítica con sesudos argumentos sobre la exégesis que subyace a niveles subterráneos y profundos de la propuesta fílmica que los demás mortales (nosotros) no logramos comprender por nuestro escaso entendimiento y poder de raciocinio.


Imagen del póster de Un diálogo circunstancial.
Tomada de IMDb.


Un diálogo circunstancial
13 minutos.


Codirigido por el ecléctico artista Isidoro Valcárcel Medina y el cineasta Luis Deltell, este cortometraje nos muestra una conversación entre tres personas en la que, gracias al montaje, parecieran tres monólogos y hasta un gran monólogo a tres voces. No se sabe de lo que hablan si no se ve unas veinte veces (eso confesaron, orgullosos, sus autores en el coloquio posterior a la exhibición de ambos filmes). De manera que lo que querían demostrar quedó demostrado: si el montaje se hace de cierta forma, no hay manera de entender la película. Creo que no hacía falta hacer la película para ello, basta con ver Memento, por ejemplo, cuya compleja edición nos deja locos cuando la vemos por vez primera. Para que algo quede mal, solo es menester hacerlo mal. El artista plástico Valcárcel reconoció que eso era un experimento y que salió tal como lo previó. El problema es que el resultado no es interesante. No se cuenta una historia y no se cuenta una no historia, no se cuenta nada, son imágenes de gente hablando, un collage heterogéneo, pero que no encierra reflexión alguna sobre nada (excepto sobre lo patas arriba que puede llegar a poner una película el montaje). Empero, se hizo un guion y se rodó como se rueda una película normal; pero el montaje sí fue guiado por Valcárcel, que no cesó en su empeño en hacerlo anárquico como ejercicio para ver qué pasaba, cuál era el resultado y si los espectadores se molestarían. La honestidad de este señor merece nuestro mayor respeto.

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Es muy loable que el Reina Sofía tenga las puertas abiertas a estos experimentos, al cine disruptivo y diferente; pendejos nosotros los espectadores que perdemos el tiempo viendo estas películas. Claro, como uno quedó relativamente satisfecho con otro cine exhibido en la misma sala, como el de Margarida Cordeiro y António Reis o el de Chantal Akerman, entre otros, uno cree que siempre es así. Pero no, no siempre es así, a medio satisfacer o a satisfacer completo.

Algunos asistentes reconocieron como una falta de respeto hacia el espectador el que los filmes no sean explícitos, al menos un mínimo (¿como Memento?); pero otros alzaron loas de grandeza sobre ellos, ¡geniales!, ¡obras maestras!, argumentando cualquier cosa que suena muy erudita pero que no tiene ni pies ni cabeza, tal como las películas proyectadas. ¿Pretendían innovar estos filmes? Los mismos realizadores fueron sinceros en lo que refiere a lo que hicieron y lo que esperaban como resultado; pero siempre hay algunos que intelectualizan la nada o el vacío, como aquél crítico de cine que marea con su parloteo a Guido en Ocho y medio, mientras están en el coche, casi al final de la película. El crítico habla y habla, muy erudito, muy académico, pero no dice nada sustancial. Es una cháchara como las de Cantinflas, pero mucho menos graciosa. Recordemos que, en fechas recientes, un «artista» pegó con una cinta adhesiva un cambur en la pared de una galería de EUA y vendió la «obra de arte» en centenares de miles de dólares. ¿Es un chiflado el «artista»? No, desde luego que no; el chiflado es el que la compró (si es que esto es cierto). Baste con leer la reseña del sitio web del museo para darse un baño de erudicción vacía sobre estas obras.

Ambos filmes tienen interés (si es que lo tienen) solamente para los que estudian cine o actuación. Y no es, de ninguna manera, para mostrar cómo contar una historia. A miles de años luz de Robert McKee y del cine como ejercicio serio que, al igual que otras actividades complejas que hace el hombre, requiere de preparación previa, planificación y que —de preferencia— debe ser entendida por el público. El gran cine, el cine inolvidable, grandioso, eterno, obra de arte, está conformado por esas películas que son inolvidables, grandiosas, eternas y que son obras de arte como El padrino, 2001, Casablanca, El ciudadano Kane y un muy largo etcétera. En esas producciones se hicieron los rodajes con muchísimo cuidado, con planificación, con orden y con la intención de que fueran entendidas por el público, no por una pequeña élite privilegiada. Algunas de ellas innovaron en el séptimo arte; no como fin último (la innovación como objetivo de la cinta), innovaron de paso que estaban haciendo la película.


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(1) Una de sus películas comentada en este blog:
(2) Una de sus películas comentada en este blog:
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Reseña en el website del Museo Reina Sofía sobre ambos filmes: 

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Ficha de Derechos del hombre en IMDb: 
Ficha de Derechos del hombre en Filmaffinity: 
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Ficha de Un diálogo circunstancial en IMDb: 


11 agosto 2020

Saraband - Ingmar Bergman (2003)


Imagen del póster en IMDb.

Parece ser que todo se paga en esta vida.


Última película de Ingmar Bergman. Tal como comenté en la entrada correspondiente a Secretos de un matrimonio, Bergman hizo algo parecido a lo que Claude Lelouch hizo con Un hombre y una mujer (1966): treinta años después, continuó la historia; por no decir que la concluyó; que, debido a su muerte, así es. Otra gran película del cineasta nacido en Upsala.


Johan y Marianne.
Imagen tomada de IMDb.


A Marianne (Liv Ullmann) se le ocurre visitar a quien fue su esposo, Johan (Erland Josephson), con el que no tiene contacto desde hace treinta años. Él está retirado porque heredó una fortuna de una tía. Cerca de su idílico hogar vive un hijo que tuvo en su primer matrimonio, Henrik (Börje Ahlstedt), y la hija de este, Karin (Julia Dufvenius). La esposa de Henrik (Anna) murió hace dos años y ahora él cría a su joven hija (tiene 19 años), a la que instruye en la ejecución del cello. Henrik es un hombre inseguro, pusilánime; gracias al vil trato que Johan tuvo con él desde niño; lo desprecia, al punto que le desea la muerte. Es un caso de efecto Pigmalión de manual. Karin tiene potencial, pero su padre la retiene y no le permite explotarlo; pero sí cuenta con el cariño del abuelo. Johan no quería que Marianne se presentase en su casa; pero ya que ella no le hizo caso, la atiende con cierta cortesía. Ella estará ahí varias semanas. El panorama con el que Marianne se encuentra es el descrito antes: una familia disfuncional, en la que padre e hijo se odian y la nieta está en el centro de esa enredada madeja de tensiones. La criatura se consuela con la llegada de Marianne. También Henrik se desahoga con ella. Y lo mismo Johan. Marianne ha sido el vertedero de las penurias que anidan en esa familia, que incluye un intento de suicidio de Henrik.


Marianne y Karin.
Imagen tomada de IMDb.


A estas alturas de la vida, Marianne y Johan han dejado de ser el centro de gravedad de la familia; son seres periféricos (jarrones chinos, Felipe González dixit) cuyo apoyo moral (y económico) es aún necesario pero cuyas existencias no son tan vitales como para que orbite alrededor de ellos el acontecer y las decisiones de los miembros más jóvenes de la familia, en especial de la joven Karin. Johan, cuyas indecisiones y flaquezas definieron el curso de las vidas de quienes lo rodearon, es nocivo, vil; no se soporta a sí mismo. Su toxicidad le pasa factura, pues también él acude al consuelo y apoyo moral de Marianne; que parece ser la única fuerte entre ellos.


Johan con su hijo Henrik.
Imagen tomada de IMDb.


Al igual que Secretos de un matrimonio, este filme (también para televisión) se divide en capítulos: Marianne muestra sus fotografías; Marianne pone en práctica su plan; Ahora ha pasado casi una semana; Acerca de Anna [la estoica esposa de Henrik]; Unas semanas después, Henrik visita a su padre; Bach; Una oferta; Carta de Anna; Zarabanda; Crucial; Hora del lobo y Epílogo. En el Epílogo, Marianne, de nuevo frente a sus fotografías, nos cuenta que Karin se fue a estudiar música lejos del padre; que en su siguiente visita a Martha (una hija recluida por una enfermedad mental), fue la primera vez que al tocarla la sintió de verdad. También nos cuenta que Johan no le ha contestado las cartas; se ha hundido de nuevo en su silencio. Como si se tratase de un agujero negro en el ocaso de su perniciosa existencia.


Marianne visitando a su hija Martha.
Imagen tomada de IMDb.


El octogenario Bergman, en su último filme retoma las relaciones entre los integrantes de una familia como tema medular sobre el que apuntar sus reflexiones. El aquí, el ahora, el nosotros, el amor, la juventud, la vida, la vejez, la muerte.


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Reseña en Wikipedia:


07 agosto 2020

Dune - David Lynch (1984)


Imagen del póster en IMDb.

La revolución de la aristocracia.


Junto a El hombre elefante, Dune es la película menos enigmática, más comprensible de David Lynch. Narra una historia sobre las casas aristocráticas que se disputan la explotación de una especia que permite plegar el espacio-tiempo y viajar, sin moverse, de un lado al otro del universo (al menos de un sitio a otro de la galaxia) en un futuro tan lejano como el año 10 191.

La sinopsis de Wikipedia dice: «Por orden imperial, la familia Atreides deberá hacerse cargo de la explotación del desértico planeta Arrakis, conocido también como "Dune", que es el único planeta donde se encuentra la especia [melange], una potente droga que, además, es necesaria para los vuelos espaciales [ayuda a plegar el espacio-tiempo]. Anteriormente, el planeta había sido gobernado por los Harkonen, que habían ejercido su mandato con puño de hierro, dejando una huella indeleble en la población indígena del planeta [los fremen, ¿hombres libres?]. Cuando los Harkonen atacan el planeta con el beneplácito del Emperador para retomar su posición dominante sobre el planeta, Paul, el hijo del duque Leto Atreides, deberá huir al desierto [junto con su madre embarazada], donde le esperan múltiples peligros y una última oportunidad de vengarse y volver a su legítimo lugar como gobernante de Arrakis». Paul se convierte en el esperado «mesías» del pueblo fremen y adopta el nombre Muad'Dib. Él le enseña a los fremen el método sobrenatural de combate para derrotar a los enemigos. Más sobre la trama en este enlace (que vale la pena leer).

El mundo de Dune es un mundo completo, complejo, en el que Herbert no parece haber dado puntada sin dedal cuando escribió sobre él. Lynch lo llevó a la pantalla en lo que supuso un proyecto muy complicado por los divergentes intereses de los productores y el director. La película no salió bien parada ni en taquilla ni en crítica. A 35 años de realizada, quizás se hayan asentado un poco los ánimos y sean más objetivos los comentarios de aquellos que la atacaron.


Dunas del desierto de Namibia, similares a las de Arrakis.
Imagen tomada de Wikipedia.


Desde el punto de vista técnico, hay algunos efectos especiales que no están a la altura. Ya en 1984 se podían hacer cosas bien hechas en esta área, tal como se hizo en las películas de la saga de La guerra de las galaxias. Sin embargo, tiene algunos que sí son muy buenos, como los relativos a los gusanos gigantes. La música y las actuaciones (de un elenco de lujo) son muy buenas. Las voces en off sirven para aclarar tópicos de la trama que serían ininteligibles sin aquéllas para el que no haya leído la novela. Se agradecen.

Los temas son variados. Considerando que es todo un mundo el que se pinta, no un único evento, es difícil conseguir una película que haga honor a tan variopinto universo. Es parecido al caso de Crónicas marcianas de Bradbury o La Fundación de Asimov. Llevar al cine tan vasto orbe requiere de una serie, no se logra en una película, tal como hizo Lucas con su Star Wars. De hecho, Herbert escribió una trilogía que luego se convirtió en tetralogía y después continuó su hijo con precuelas y demás. Así, se tocan temas religiosos; sobre la lealtad y la traición; sobre la lucha por el poder; sobre el amor (también tiene su historia de amor entre Paul, Kyle MacLachlan, y Chani, Sean Young); sobre los poderes de presciencia y otros similares; sobre el aprovechamiento de los recursos naturales no renovables (la especia que emiten los gusanos y que es explotada); sobre los vicios y el comportamiento excéntrico de alguna clase dirigente (barón Vladimir Harkonnen); sobre la política y la diplomacia; entre otros.

Un aspecto central no deja de remitir un poco a lo que en la Tierra ocurre: un recurso muy cotizado (el petróleo) está en zonas áridas, desérticas (países árabes) y las diversas naciones desarrolladas se enfrentan por el suministro de tan preciado líquido bituminoso, al igual que las casas Atreides y Harkonnen se pelean por la especia que pliega el espacio-tiempo. El emperador podría interpretarse como la ONU, que está con cualquiera de los dos bandos, el que le dé más; en este caso apoyó a los Harkonnen, pero salió derrotado. Los Atreides (¿occidente?), casa tan aristocrática como la Harkonnen (¿rusos, chinos?), pero de mejores sentimientos, menos déspota que sus adversarios, arma una revuelta con los fremen, el proletariado, el pueblo, para apartar del poder a los Harkonnen. Es la revolución de una de las casas reales para desplazar a la otra. ¿Sería eso posible?, ¿por qué?, ¿qué tan exitosa podría ser esa revolución a largo plazo?

No solo por haber sido dirigida por David Lynch, sino porque es por mérito propio una gran historia, esta película es digna de ver (y el libro de ser leído). Actualmente se está preparando otra versión, de la mano de Denis Villeneuve, el director de las muy buenas películas La llegada y Blade Runner 2049. Dice el director que no tendrá relación con la de Lynch, que será cosecha propia. Habrá que verla...


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Artículo en Wikipedia (novela de Frank Herbert): 
Artículo en Wikipedia (película): 
Reseña en Espinof: 
Reseña en Wikipedia sobre la próxima versión de la película, de D. Villeneuve:


04 agosto 2020

El rostro ajeno - Hiroshi Teshigahara (1966)


Imagen del póster en IMDb.

Nunca olvido una cara,
pero con la suya voy a hacer una excepción.


También llamada La cara de otro (Tanin no kao en japonés transliterado), es un filme del realizador Hiroshi Teshigahara, el mismo director de la excelente película La mujer de la arena. Okuyama (Tatsuya Nakadai) ha tenido un accidente que le ha desfigurado el rostro por completo. Hace alarde de su condición, con hiriente sarcasmo, con su mujer, interpretada por la bella Machiko Kyō. El doctor Hira (Mikijirō Hira), un siquiatra, le confecciona una máscara con el rostro de un tercero, al que le dan dinero por facilitar su rostro para hacer la máscara de Okuyama. Una de las primeras cosas que hace cuando tiene la máscara es seducir a su esposa; pero se llevará una sorpresa. Termina convirtiéndose en otra persona, haciendo fechorías, al amparo de un rostro que no es el de él.

Una subtrama presenta a una joven con una cicatriz horrenda en su rostro. La joven no tiene relación con Okuyama y trabaja en una residencia de veteranos de guerra. Pese a que se cubre la cicatriz con el cabello para disimular, es objeto de burlas y acoso por parte de la gente; también tiene una relación incestuosa con su hermano. Por diálogos con él, se infiere que la herida se la produjo la bomba atómica de Nagasaki. Esta subtrama, desconectada del resto del filme, nos muestra una posible reacción de otro sujeto con el mismo problema de Okuyama, pero sin la suerte de haber accedido a una máscara para cubrir su herida. Ante la presión social (aumentada por el sentimiento de culpa del incesto), la joven decide quitarse la vida. Esta subtrama aborda el tema de la belleza más que el de las apariencias o la ocultación de la personalidad; que lo cubre la historia de Okuyama. Hay escenas surrealistas que, sin pretender ser simbólicas, plantean una ruptura del hilo narrativo.

La película tiene una gran fotografía y unos diálogos nada pueriles. Algunos, de hecho, son profundas reflexiones filosóficas sobre el ser y las apariencias; tópicos conectados con el rostro. Una muy buena película.


Fotograma de la película. Tomado de IMDb.


El rostro no es una parte más del cuerpo humano. Es el área donde se ubican los cinco sentidos con los que el ser humano percibe su entorno. También por donde se expresa el habla, mecanismo para hacer uso de la diferencia más notoria que tiene respecto a los otros animales: el lenguaje. La cara también es el elemento característico que identifica a primera vista a cada individuo de manera unívoca. La cara es el espejo del alma, dice un adagio. Cuando hablamos con el otro, le vemos al rostro y él nos ve al nuestro. El reconocimiento del otro comienza por el reconocimiento del rostro del otro. Casi se podría decir que es parte de nuestra personalidad.

Cuando Okuyama suplanta su propio rostro por otro, en su mente comienza un juego (peligroso) de suplantación de personalidad; o al menos de comportamiento. Está bajo la protección de la no identidad, del anonimato. Es la misma protección que podemos ver hoy en día en las RRSS: los individuos se esconden tras un avatar, que los representa como anónimos ante los demás, para proferir una opinión descabellada, un insulto a otro o una valoración equivocada sobre un tópico cualquiera. Es una «libertad» ficticia porque tras esa careta falsa, se esconde una persona que es esclava de su propia cobardía.

Un aspecto, quizás importante, relacionado con el rostro, es la relativa similitud de sus facciones al modelo de belleza o al modelo de fealdad que predomina en una sociedad. El rostro con características tales que se considera hermoso por la mayoría, tiene mayor aceptación; mientras que un rostro cuyos rasgos están dentro de lo que se considera feo, tiene no solo menos aceptación, sino que puede llegar a ser repulsivo. La película no trata este asunto en la trama de Okuyama, pero sí en la de la joven con la cicatriz. En otras partes del cuerpo también se verifica esta predisposición social; pero en el rostro es mucho más marcada.

He aquí algunas frases de los subtítulos que llaman a reflexión (la primera es un sarcástico juego de palabras de Okuyama cuando es irreverente con una mujer):
  La máscara me hace descarado.
  Las máscaras podrían destruir completamente toda la moral humana.
  Llevar máscara es como vivir sin gravedad.
  Cuando estamos enamorados intentamos desenmascararnos.

Toda una reflexión sobre las apariencias y la ocultación del ser. Si bien la máscara a la que hace alusión la película (y este artículo) es física; se puede entender la trama (y este artículo) con máscaras virtuales; es decir, como un deseo vehemente del que pretende ocultar su ser ante los otros. Okuyama así lo quiso, mientras que la chica de Nagasaki no. Otra película importante relativa a la relevancia del aspecto personal y las consecuencias de la fealdad en una persona, es El hombre elefante (1980), del cineasta David Lynch, basada en la vida del infortunado Joseph Merrick


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Artículo en Wikipedia, inglés:


Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

Las 10 + proyectadas