Imagen del póster en IMDb.
Como el cine de Chaplin: reír reflexionando, o reflexionar riendo.
Una familia se reúne en la casa de la matrona (Rafaela Aparicio) para conmemorar su cumpleaños número cien. Hijos, nietos y Ana (Geraldine Chaplin, la hija mayor de Charlie Chaplin con Oona O'Neill), que había sido la institutriz, con su esposo. Los hijos esperan que la mamá finalmente muera para poder desarrollar un complejo urbanístico en los terrenos de la hacienda. Incluso intentan envenenarla, pero «la vieja es dura». Suceden eventos de pasiones recién nacidas, de viejas pasiones, de conflictos no resueltos, de tensiones y toda clase de situaciones hilarantes, pero con la incisiva narrativa de Carlos Saura, un creador cinematográfico que rehuye a la trivialidad, a lo banal y, allende las jocosas escenas, se esconde una reflexión, una crítica. Es una de las películas más populares del cineasta aragonés (coterráneo del genial Buñuel, de quien Saura dijo que era «su maestro»), fue nominada al premio Óscar y recibió un premio en el Festival de cine de San Sebastián.
La película está muy bien hecha, y evidencia el sello personal de su director. Las actuaciones son muy buenas, destacando las excelentes interpretaciones de Rafaela Aparicio como la mamá que cumple 100 años, Geraldine Chaplin, la hermosa Amparo Muñoz y el extraordinario actor Fernando Fernán Gómez, que interpreta a un muy curioso personaje, hijo de la matrona, científico frustrado que torpemente intenta volar, pero que es el más noble de los hijos. Es una incursión de Saura en el subgénero comedia, a decir del director. Sin embargo, tal como apunté arriba, no es trivial y plantea algunas reflexiones, unas más relevantes que otras. Ya muerto Franco, la censura prácticamente perdió su influencia en el mutilado ambiente cultural de la España franquista; de suerte que la simbología antaño imprescindible para criticar el régimen, ya no era necesaria. El filme incluso cuenta con un desnudo de la bellísima Amparo Muñoz, precisamente en la época del «destape» español ocurrido durante el período de transición hacia la democracia.
Quizás no tenga otra lectura que la primera y llana historia de una familia que se reencuentra para una ocasión tan especial como el centésimo cumpleaños de la mater familias. Esta historia ya de por sí plantea críticas a los personajes y a sus conductas que son evidentes: la relaciones sexuales y el adulterio, la carrera frustrada y la persona cándida (el caso del personaje de F. F. Gómez), los intereses materiales sobre la vida de la madre, etcétera. En este último punto, llegan los personajes más allegados (nótese esta acotación), a planear el homicidio de la propia madre, incluso con la anuencia del más inocente de los hijos, Fernando, a quien lo persuaden con relativa facilidad a que participe de la piñata de la que serían beneficiarios en caso de que la mamá «falleciese». La guinda del filme es la entrada de la madre desde las alturas (donde ellos quisieran que estuviese) a la terrenidad. Luego de esa apoteósica entrada los hijos le dan chocolate envenenado. A veces los enemigos son los más cercanos y, al contrario, son menos peligrosas las personas menos allegadas.
Un filme que podría tener otra lectura, más enrevesada, similar a la que se le dio a las producciones de Saura durante el franquismo, o al Espíritu de la colmena, de Víctor Erice; en la que los personajes y las situaciones serían reflejo de instituciones y hechos reales bajo la dictadura. Por ejemplo, el hijo ya fallecido, José (José María Prada), fanático y coleccionista de trajes militares, podría haber significado justamente el franquismo, también ya desaparecido para la época. Este actor murió luego de participar en esta película. Macabras coincidencias de la vida.
Un excelente filme de corte ligero, pero no trivial, entretenida pero que llama a reflexión. Todo un Saura.
Imágenes tomadas de IMDb.
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