La rebeldía es la vida, la sumisión es la muerte.
Ricardo Flores Magón
No tanto de la película como de lo que acontece.
I) De la película.
Esta película, también llamada Fresas y sangre, nos cuenta la historia de una revuelta estudiantil de los años sesenta, basada libremente en el libro homónimo, el cual trata sobre las protestas que ocurrieron en 1968 en la Universidad de Columbia, USA. Simon (Bruce Davidson), estudiante que está ingresando en la universidad, es indiferente a las arengas de los líderes estudiantiles y a la posterior toma de un edificio de la Universidad. Para conocer a la hermosa Linda (Kim Darby), que sí estaba involucrada en las protestas, se incorpora al movimiento. A lo largo de la historia se suceden escenas de la protesta, con algunos diálogos interesantes por parte del grupo de estudiantes que la lideran, y escenas de la historia de amor subyacente entre Linda y Simon. Finalmente los jóvenes son forzados a desalojar las instalaciones universitarias que habían ocupado ilegalmente, gracias a una brutal intervención policial, mientras cantaban Give peace a chance, de John Lennon. El argumento más detallado se encuentra en este enlace (en inglés).
No se trata de una película que descolle en la filmografía de EUA, pero aún así recibió el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1970. En su momento, sin embargo, fue muy taquillera, al menos aquí en Venezuela. Jóvenes melenudos, con blue jeans raídos y actitud desenfadada, asistían masivamente a las funciones acompañados de las muchachas vestidas a lo Janis Joplin. La sola banda musical del filme justifica su visionado. Canciones de Neil Young y de Joni Mitchell, entre otros, coronan esta icónica producción representativa de la protesta estudiantil de los turbulentos años sesenta y principio de los setenta. Época en la que aparecieron la píldora anticonceptiva, el amor libre, la minifalda, el movimiento hippie, el libre tránsito y consumo de drogas y las protestas estudiantiles. La Guerra de Vietnam fue, en gran medida, el leitmotiv de las protestas en el país norteño. Los jóvenes protestaban porque no deseaban la participación de USA en tan absurda guerra; también protestaban por la libertad que no habían conquistado a plenitud, la igualdad de derechos de los negros, y por otras cosas, entre ellas la violencia policial.
La juventud es rebelde por naturaleza. La rebeldía parece ser inmanente a la juventud. Y no solo es natural que así sea, es deseable. Esa rebeldía, ese desacuerdo con el establecimiento, es lo que, a la postre, genera los cambios históricos que se van sucediendo en las sociedades. Quizás algunos cambios no sean para bien, pero otros sí lo son.
II) De lo que acontece.
En estos días tenemos protestas estudiantiles en Venezuela. No son las primeras, no serán las últimas. No serán las últimas por mucho que se empeñe este gobierno ni los sucesivos gobiernos; a menos que acaben con los jóvenes, en cuyo caso no habrá futuro, no habrá ninguna proclamada o no proclamada «patria». Los jóvenes protestan porque les han violado un derecho, legítimo de acuerdo a su entender. Un gobierno que fuese civil-izado trataría de mediar, a través del diálogo constructivo y respetuoso, entre los rebeldes y la justicia o la instancia en conflicto con ellos, buscando una solución al problema. Un gobierno que fuese civil-izado destilaría de los grupos protestantes a los denominados «encapuchados» para juzgarlos, sean del bando que sean; los detendrían y mostrarían sus rostros, algo que —evidentemente— mucho temen esos cobardes, esos poco hombres, cuya violencia anónima les causa placer, les llena sus cuentas de dinero o los coloca en buenos términos con el ala criminal del gobierno. Un gobierno que fuese civil-izado respetaría la vida de quienes con todo el derecho protestan por sus derechos. Un gobierno que fuese civil-izado no estaría conformado por demagogos que acuden al desgastado y aburrido discurso de derecha-izquierda, ricos-pobres, imperio y oligarcas malos y ellos buenos, pleno de falacias ad hóminem y lenguaje coprofílico, huérfano de argumentos, ofendiendo cada vez que abren la boca nada menos que a la mitad del país, si no a más de la mitad. Un gobierno que fuese civil-izado sería el que nos hace falta, no solo para «arreglar» las cosas del país, sino también para corregir el comportamiento de tantos compatriotas que en estos larguísimos tres lustros se olvidaron de cultivar los valores y han encerrado al país en el corral de la anomia.
Esa mitad que hemos sido irrespetados y perjudicados vemos en esta protesta manifestarse nuestra inconformidad con un gobierno que lejos de ser civil-izado es un gobierno que ha hecho apología de la mediocridad, a tal punto que la siembra de antivalores ha elevado el delito hasta hacerlo bandera de una supuesta emancipación de las clases desposeídas[1], un gobierno que ha hecho emerger todos los defectos que tiene el venezolano succionándolos con un discurso preñado de biliar resentimiento, un resentimiento que hace pensar que la infancia de quienes detentan el poder fue la más infeliz de las infancias posibles, y que evidencia la inferioridad de semejantes personajes, pues aún no han superado ese trance ni siquiera con la válvula de escape que supone su inculto y escatológico verbo durante 15 años. ¡15 años vomitando arrechera! Increíble. No son de carne y hueso. Son de resentimiento y de avaricia desmedida por el poder y el dinero; porque, muy lejos de practicar la prédica de su discurso «marxista», son millardarios. Un gobierno civil-izado exalta, enaltece y hace emerger las virtudes de un pueblo con miras al engrandecimiento de la nacionalidad y de la nación, virtudes que opaquen y aplaquen los defectos y los vicios que lactan de ancianos demonios nacidos hace cinco siglos.
III) De la película otra vez.
Este filme, que no es una obra maestra ni se le acerca, representa la frescura de la protesta juvenil, de la lucha contra el statu quo, del combate por la libertad, la justicia, la equidad, la igualdad en el acceso a las oportunidades y los derechos de los individuos, tantas veces allanados arbitrariamente por los gobiernos y su totalitario «monopolio de la violencia». Para quienes éramos jóvenes en ese entonces, la música de esta película es parte del repertorio que atesoramos de esa época. De manera que uno recuerda este filme con nostalgia y afecto. Una muy buena realización de Hollywood contra el establishment, hecha en el momento histórico justo en que debía hacerse.
____________________
[1] Véase el comentario de Dios y el diablo en la tierra del Sol, película que desacredita la violencia como herramienta (más bien arma) de emancipación.
2 comentarios:
Está interesante la reseña en cuanto a la época de los años 60´s y lo que como referencia al presente pudiera derivarse de ello; sin embargo, con relación al argumento del film y la historia real de los hechos ocurridos en 1968, específicamente en el campus de la universidad de Columbia, no se menciona el detonante del conflicto, el cual tuvo que ver con la construcción de un gimnasio en las inmediaciones del Parque Morningside, proyecto que representaba prácticamente un despojo territorial a la comunidad afroamericana de Harlem, ofreciéndole apenas un pequeño acceso a lo que serían las instalaciones de ese nuevo y moderno gimnasio.
El conflicto estuvo liderado por dos grupos de representación estudiantil conformado por la Student Afro-American Society (SAS) y los radicales organizados a través de la sección en Columbia del Students for a Democratic Society (SDS.
Excelente pelicula
Publicar un comentario